miércoles, 25 de mayo de 2011

Black Jack Volume 13

Black Jack Volume 13, por Osamu Tezuka
Publica: Vertical Inc.
17 dólares



Durante los 12 volúmenes de Black Jack que Vertical Inc. había publicado hasta el momento, la tónica de la serie se había mantenido en un nivel prácticamente realista, a pesar de las formidables resoluciones médicas del cirujano fenómeno Black Jack y a pesar de los casos más extraordinarios que hemos podido ver. Fuera de una historia con cierto sesgo fantasmagórico, las más de 3500 páginas publicadas de la serie se habían mantenido apegadas a la lógica kantiana.

Esto se ha terminado en Black Jack Volume 13, con el cual se suman casi 300 páginas nuevas a la saga y entre las cuales se encuentran un par de historias marcados por elementos fantásticos… bueno, al menos mientras no existan pruebas fehacientes que apoyen estos sucesos.

En The Cursed Operation, antes de perecer o quedar malheridos, un grupo de exploradores socaban el último recinto de una momia, aparentemente, encabronada tras haberla sacado de su morada eterna, comenzando así lo que aparenta ser una maldición para todo aquel que se le intente acercar. Ante la incapacidad de un grupo de médicos para atender a quienes lograron sobrevivir –aunque malheridos– a la accidentada caravana, pues accidentes extraños les suceden, BJ atiende al llamado de auxilio médico (previo acuerdo monetario millonario, obviamente) y a pesar de que no son pocos los intentos de accidente que se le cruzan. Lo interesante del caso es que, a pesar de que todo pareciera indicar que una maldición milenaria está dispuesta a acechar a todo aquel que se le acerque al momificado cadáver, BJ decide atender a los médicos así como a la misma momia con fractura en pierna y cabeza, pues él no está dispuesto a desatender a un paciente injuriado tenga 50 o 1000 años de edad.

La otra historia es aún más truculenta pues, como el mismo título permite desentrañar (A Challenge of the Third Kind), se trata de un encuentro extraterrestre. BJ es llamado a un templo para atender a un paciente, ahí se encuentra entonces con el caso que tal vez le ha causado más inseguridad, pues se trata de una paciente alienígena que fue herida en la nave que piloteaba, atacada por un avión de combate terrestre. BJ no está dispuesto a aceptar este reto, pues dice que no le gusta involucrarse en trabajaos que no puede resolver; sin embargo, el marido de la hembra de otro planeta le suplica y acepta pagar una suma millonaria. El cirujano, entonces, se enfrenta a un mundo nuevo al inmiscuirse en las entrañas de organismo nuevos de sistemas y vísceras.

Si tomamos en cuenta que Tezuka realizó Black Jack entre 1973 y 1983, las historias de este volumen y las que restan ya comenzarán a formar parte de los años 80, creo que una época en la que Tezuka estaba dejando un poco atrás la mirada hipercombativa para con el sistema artístico y cultural japonés, aunque sin dejarlo del todo de lado. Tal vez por eso se dio la libertad de agregarle esos elementos de fantasía a una saga que durante años mantuvo como un vivo reflejo muy crítico del estado de las cosas. Por supuesto, tan sólo se trata de una pequeña libertad dada, pues lo combativo y crítico no lo perdió: En Move, Solomon!, Tezuka nos presenta la historia de un creador de Anime, en combate con la compañía productora para la que trabaja pues él trata de hacer un trabajo detallado y de calidad, cuando la empresa tan sólo quiere animación limitada (cuyo movimientos es más lento y esquemático, ante la utilización de menos cuadros); el esfuerzo del joven animador, es vivo reflejo de las batallas que en diversos momentos protagonizó el mangaka con las productoras.

Y así, el resto de las 14 historias que conforman este volumen se tratan –como siempre en la obra de Tezuka– de sucesos inolvidables, como bien puede constatarse en la sensible historia de amor incondicional en The Pirate’s Arm, o en Teratoid Cystom, Part 2, un regreso de BJ al fenómeno médico que permitió la creación de Pinoko, su sidekick, aunque en esta ocasión el ser no desarrollado no tendrá tan buena suerte.

Miedo, asco, amor, vida y muerte en Black Jack Volume 13, publicado por Vertical, Inc.

martes, 17 de mayo de 2011

El fin de los tiempos: Carlos Trillo, Hielo negro, Mortadelo y Filemón, Tin Tin y Swamp Thing en DCU



Carlos Trillo, versátil y talentoso guionista argentino, falleció el 8 de mayo a los 68 años de edad, mientras vacacionaba en Londres. Creador de historias que iban desde la crónica diaria de un reportero (El Loco Chávez, con Horacio Altuna) hasta el relato de ciencia ficción (Cibersix, con el también finado Carlos Meglia; o Borderline, con Eduardo Risso), Trillo fue un constructor de realidades que realizaba tan condenadamente bien su labor, que lo hacía parecer como algo sencillo. Sus historias eran fluidas y rara vez se detenían en cosas innecesarias: presentaban las transiciones necesarias e iban al grano. Con el gran Jordi Bernet trabajó en su historieta erótica style:italic;">Clara de Noche; y para el maestro Alberto Breccia escribió Un tal Daneri. Su obra fue publicada en una gran cantidad de países. En México algunas historias de él pudieron leerse en Gallito Cómics; y en Estados Unidos en años recientes pudo leerse tanto Borderline como Chicanos (IDW), ilustradas por Eduardo Risso.




Bef (Bernardo Fernández) ganó el Premio de Novela Grijalbo (brindado a autores mexicanos o residentes en México) con su obra Hielo Negro, una historia centrada en los cárteles de la droga y con elementos de ciencia ficción. Sin duda se trata de un premio importante; y el hecho de que éste caiga en manos de un historietista es un aliciente y reconocimiento para el mismo medio. Enhorabuena por Bef.




En España, Signo Editores, ha preparado una colección de lujazo del clásico de la historieta humorística de habla hispana: Mortadela y Filemón, la colección que consta de 10 tomos reúne en orden cronológico todas las primeras aventuras de estos personajes, creados por Francisco Ibáñez en 1959, y que se trata de breves historias, además de una recopilación de los 50 mejores álbumes de los personajes. Además de todo este material, los tomos presentarán textos y ensayos sobre el autor y su obra, anotaciones a cada historia, así como selecciones de portadas e ilustraciones de Ibáñez con estos ridículos agentes de la T.I.A. para diversas publicaciones. Esto, sin duda, es de no creerse, y habría que hacerse de esta colección a como diera lugar, pero seguramente al cambio en pesos será una millonada.




Ya han sido revelados un par de posters de lo que promete ser un gran acontecimiento: la primera entrega de una aparente trilogía fílmica basada en Tin Tin, el clásico de Hergé, producida y realizada por Steven Spielberg y Peter Jackson… creo que tendré que comprarme desde ahora una bolsita para la baba. Este es uno de los posters, e igualmente ya anda orbitando un primer trailer.




Hace un par de semanas, Swamp Thing, reapareció en el Universo DC, en medio de un aburrido conflicto como parte del crossover Brightest Day, en su número 24. La profundidad que durante años se le respetó a este personaje y sus desencantos existenciales bajo las líneas del subsello Vertigo parece que se echarán a la basura si tomamos como ejemplo el mentado cómic en el que ST pelea, pelea y pelea durante páginas y páginas, y ahora está involucrado con todo el desmadre que se traen de los Green Lanterns , y reviviendo de nueva cuenta la osamenta de Alec Holland para que forme parte nuevamente de Swamp Thing (o sea, todo el desmadre que armó hace 30 años Alan Moore para hacer de esta criatura un ser sin alma ha valido madres). Y lo peor es que en este conflicto se ha metido al mismísimo John Constantine, pues yo creo que nomás para jorobarla existencia de los lectores de estos personajes. Y, aparentemente, todo el conflicto tendrá que ver con una supuesta oscuridad (The Dark), que suena a la misma que la cosa del pantano, Constantine y los demás personajes oscuros conocidos como la Trenchcoate Brigade combatieron a mediados de los años 80, de la mano de Moore y compañía… Pero hay un Satanás que todo lo ve y sabe.

martes, 3 de mayo de 2011

Lychee Light Club, de Usamaru Furuya

Lyche Light Club
Por Usamaru Furuya
Vertical Inc.
17 dólares



Boom boom boom boom suena dentro de viñetas grises cuya forma la dictan escenarios fabriles decadentes; vestimenta nocturna de una metrópoli equis japonesa que más allá de sus fumarolas y sus cochambrosos muros guardan las secretas e inesperadas actividades de un grupo de adolescentes que parecen vivir con base a una lógica torcida.

Se trata del Lychee Light Club, un grupo de estudiantes que por las noches se entregan a la pasión febril de crear un autómata cuya energía será dada por la ingesta de lichis, y entre quienes parece permear una tensión homoerótica (cómo me cae gorda esta palabra) que combinada con una especie de principios del Nacional Socialismo entre los involucrados, creará una sobresaliente tensión dramática.

Esta historia se encuentra dentro de un manga/novela gráfica que lleva por título el mismo Lychee Light Club, construido por el mangaka Usamaru Furuya y recién publicado por Vertical Inc. Furuya, un tanto conocido en Occidente por la publicación (de parte de Viz) del manga Short Cuts pero, sobre todo, por una serie de gags grotescos recopilados en la antología Secret Comics Japan, en el último decenio se ha convertido en una figura de culto en la escena del manga digamos un tanto alternativo.

Graduado en pintura en la Universidad Tama de Arte, en Tokio, Furuya explotó igualmente su interés en la escultura y la danza Butoh; sin embargo y precisamente, tras asistir al montaje teatral del Lychee Light Club, por la compañía Tokyo Grand Guignol, supo que algún día tenía que hacer algo con dicha obra, así como que lo suyo era el drama.

Dicha obra, llena de una intensidad sexual enrarecida, uniformes escolares que recuerdan a la Gestapo, una juventud concentrada en hacer lo que su peculiar deseo y obsesiones les requería en lugar de lo que las instituciones dictan y, en general, un estado de las cosas en aparente balance durante el día y en completa anarquía durante la noche formuló desde entonces la fuerza creativa de este autor.

Al ver Lychee Light Club, la resonancia de detalles e imágenes a la obra de Suehiro Maruo es inmediata; ya después uno se entera que el propio Maruo fue miembro y diseñador de la Tokyo Grand Guignol, y entonces todo encuentra un balance aún mayor.

Maruo, arquitecto de un universo sadomasoquista en manga, cuyos códigos son la posguerra y el cine anómalo (freaks, vampiros, asesinos, violadores, etece), se ha convertido en un autor de trascendencia gráfica y discursiva y cuya obra –a pesar de su crudeza, violencia y misoginia– brinca claramente como referencia e influencia en el discurso de no pocos mangakas.



Y tal es el caso de Lychee Light Club, una obra que de manera contundente logra concretar sus propias reglas: un grupo de 8 inadaptados adolescentes, al frente del cual se encuentra el aparentemente insensible Zera, se empeña en lograr la juventud eterna. Para ello recurren a la ingesta de lichis como supuesto fuente de la eterna juventud, y tomando al emperador romano Elagabal como guía espiritual, quien murió a los 18 años e, inclusive comenta el mismo Zera, intentó cambiar de sexo para permanecer bello y joven. Para estos fines, igualmente crean un monstruoso autómata con el cual esperan exterminar a los adultos para reinar así sobre una tierra en la que esperan la juventud sea el único camino.

En esa búsqueda se dan traiciones y mentiras entre los 8 integrantes, así como la carnicería de no pocas víctimas e, inclusive, el encuentro con una cautiva que desarrolla el Síndrome de Estocolmo y quien está plenamente segura de que vivirá feliz con el monstruoso autómata alimentado de lichis.

Lyche Light Club, efectivamente, carece de una lógica como tal, porque cuenta con sus propias reglas construidas en base al absurdo y a los mismos elementos del Gran Guiñol. El resultado es una obra extraña e intensa, en la que el detalle de la línea clara de temas retorcidos instaurada por Maruo puebla contrastes de luces y sombras importadas del expresionismo, y reflejando así de forma extraordinaria las telarañas que cruzan las mentes de los protagonistas y concretando, entonces, una novela gráfica que a nada parece semejarse.

Con estos temas, no extraña entonces saber que este mangaka se encargó de una adaptación en manga del impresionante filme Suicide Club, del cineasta Sion Sono (y de quien curiosamente actualmente se exhibe su filme Cold Fish, como parte del Foro Internacional de la Cineteca Nacional), una historia que versa sobre juventudes confundidas a partir de los mass medias y que coincide con Lychee Light Club en búsqueda y clímax trágico.

Aquí, pueden ver un extracto de esta obra, primero de otros proyectos que Vertical tiene planeado publicar de Furuya, pues en unos meses presentará No Longer Human, una adaptación a la novela homónima de Osamu Dazai.