viernes, 24 de febrero de 2012

Guardacomics

Y de repente, me encontré que pasaron más de dos meses sin que pusiera al día este blog... las excusas pueden ser muchas, sin duda varias de peso, pero de cualquier forma en el eter del interné perderán peso. Lo peor, y más descarado de mi parte, es que ni siquiera en esta ocasión lo pondré al día al cien por ciento, pues refritearé un post de hace algunos años en la primera etapa de este blog, pero con el cual -al menos- espero le brinde algo de movimiento a esta agua estancada. Prometo en los próximos días subir algo nuevo (si es que todavía anda por ahí algún lector de este espacio).

Hace tres años, en varias de las publicaciones mensuales de Marvel Comics se incluyó una página en la que varios escritores y dibujantes en breves palabras revelaron cual era el destino de sus cómics. Por la forma en que lo describían, supongo se refirieron a los ejemplares que reciben como copias de trabajo o promoción, por parte de Marvel y otros sellos; supongo (no creo que regalen su colección de Miracleman, o su colección del Fourth World de Jack Kirby, por ejemplo, ¿quién en su sano juicio lo haría?).

En fin, el caso es que Peter David, Marc Guggenheim, Leinil Francis Yu, John Romita Jr, Bryan Hitch y Joe Quesada, comentaban que sus copias las regalan a amigos, a niños o, inclusive, los donan a asociaciones de caridad. Quesada, de hecho, dice que si le toca leer alguno en la oficina, el café, el aeropuerto, donde sea, lo deja en ese lugar, pues nunca se sabe quién podrá tomarlo y, además, que podrá lograr esa lectura potencial y fortuita.

Sin embargo, en lo personal, lo que más llamó mi atención fue que tanto Robert Kirkman, como Mick Carey y C. B. Cebulski, aseguran que ellos ponen sus cómics cerca de su cama para irlos leyendo conforme puedan y, posteriormente, los van colocando en cajas donde los dejan dormir durante muchos años, en espera de que en algún inesperado momento tengan el tiempo suficiente para organizarlos… the story of our lives.

¿Me pregunto de cuántos lectores y coleccionistas el caso será este mismo? Y a mí me resulta interesante porque vivo en las mismas condiciones: tengo alrededor de 40 cajas especiales para cómics llenas de los mismos, varias más de huevo (esas pinches cajas se usan pa’ todo) e infinidad de bolsas llenas de cómics; y bueno, las ‘novelas gráficas’ ocupan un librero y tengo material para llenar otros dos o tres. ¿Y cuando los voy a organizar? Me preguntarán y me pregunto... "No sé", respondo.

La verdad es que necesitaríamos que el día durara unas 35 o 40 horas, y que me encontrara a alguien que me sostuviera económicamente para que me permitiera leer todo lo pendiente, organizar y, por supuesto, continuar comprando ejemplares (si a esto le agregamos que las mismas circunstancias padezco con DVD, libros y CD, ¡nos podemos imaginar entonces el horror de la covacha!).

Alexandro Jodorowsky durante los años 70, en un par de entrevistas que he leído, llegó a mencionar y comentar orgullosamente acerca de su comicteca (algo muy extravagante en aquella época a ojos de los entrevistadores y, supongo, muchos lectores), a la cual decía alimentar constantemente y llevar a México, París o Estados Unidos, o cualquiera de los lugares que lo recibiera.

Hace unos años, en una entrevista que le hice, me decía que eran ya tantas las historietas que tenía y, sobre todo, las distintas ediciones y copias de su misma obra, que lo que hacía era que los ejemplares que le enviaban las editoriales los colocaba en una mesa a la entrada de su casa, para que los invitados tomaran y se llevaran los que quisieran… sin duda, quisiera ser un invitado a la casa del maestro.

Esto me lleva a preguntarme: ¿Cómo habrá crecido mi colección en 20 años, y qué me llevará a pensar entonces? Por lo pronto, mis cuestionamientos sobre el espacio habitable son realmente graves.