El pasado sábado se cumplieron 4 años de la muerte del maestro Will Eisner. Rescato nuevamente (aunque ahora sí completo) este texto que escribí para el periódico
El Financiero, y ahora como preámbulo a los comentarios que se irán dando sobre el Spirit, a propósito del filme a estrenarse.
Cuando Will Eisner llegó a la historieta, a finales de los años 30 del pasado siglo, los patrones formales del comic book y ciertas reglas ya estaban dadas. Pero con él, fue que encontraron verdadero rumbo, hallazgos y sentido total a su movimiento. De la historieta, Eisner hizo un medio auténtico –ni hijo bastardo de la literatura y el cine, ni entretenimiento pueril para infantes- en el que la narrativa fluía libremente en un amasijo entre prosa e imagen que logró mensajes y alcances contundentes. Su capacidad narrativa, su gusto por la literatura, el cine, el teatro y, por supuesto, la historieta, combinados a partir de una preocupación social dieron como resultado obras capitales del pasado siglo. ¿Por cuál de todas estas y otras razones podríamos recordar al historietista Will Eisner quien murió el 3 de enero de 2005?
Sin duda, se trata de una labor difícil, porque la mente se nubla como la vista al tratar de tomar una decisión en este aspecto, si sabemos que este hombre ya no está frente a su restirador trazando una nueva obra maestra.
Hablar de Will Eisner, es hablar de un hombre del Renacimiento atrapado en una época en la que el arte parece ser definido por la crítica y no por el artista y su público. Will Eisner innovó y revolucionó constantemente los engranajes de un medio, de entrada, menospreciado y minimizado por la historia oficial y sus escribanos; pero además, su participación fue en solitario, tan sólo con su inteligencia, su destreza artística y sus herramientas de trabajo como armas en contra del stablishment (siempre trabajó con editoriales independientes o, incluso, en sus propios esfuerzos personales. Fueron las majors, como DC Comics, las que terminaron por acercarse a su obra al final de sus días) de una sociedad de consumo que dicta patrones de conducta, formas de vida y delimita a sus héroes y antihéroes. Will Eisner fue un hombre de izquierda sin anunciarse como tal (y aún cuando trabajó para el gobierno y el ejército en campañas educativas), un hombre culto cuyo conocimiento no le llevó a olvidarse de la amabilidad, que a punto de extinguirse está. Will Eisner era incansable.
Tenía 88 años, una esposa y un hijo (su hija Alice murió en 1969, y es junto a ella donde ahora descansan los restos del artista) y, por supuesto, una obra de arte secuencial (término que él mismo acuñó juiciosamente para la historieta o cómic) ante la cual, sin duda, palidece cualquier otra y muchas otras de medios alternos. Pero a pesar de completar ese gran trabajo, es una pena que Eisner ya no esté compartiendo la vida con nosotros, pues si con su vida bastaba para tener a gusto a sus lectores, su destreza lo mantenía definiendo el sentido de la vida con la realización de obra tras obra. Sí, Eisner era incansable, y ahí están para demostrarlo las novelas gráficas que año con año presentaba (en ocasiones, hasta dos por periodo), siendo The Plot: The Secret Story of the Protocols of the Elders of Zion la que ha aparecido como su trabajo póstumo y, a decir del propio historietista, se trata de su trabajo más importante. Sin duda, que eso lo diga un autor con una obra brillante acumulada en más de sesenta años de carrera resulta extraordinario.
En alguna ocasión el creador de The Spirit explicó: “Cuando era un niño los cómics me hablaban. Cuando comencé a crecer intenté trabajar en toda clase de artes, pero siempre volvía a los cómics. Siempre quise contar historias”. Y es eso precisamente lo que a Eisner nunca lo alejó de los elementos de la historieta para realizar su obra porque, si bien adoraba la narrativa y poco menos el cine y sus formas, el complejo entramado de la prosa y el dibujo fue a sus ojos la mejor forma para contar historias. La historieta fue la tribuna y la consagración de Will Eisner.
Nueva York, 6 de marzo de 1917. Eisner nace en el seno de una familia de la clase trabajadora compuesta por una rumana y un vienés, su educación se acicaló entre una cultura semita y la vida diaria en las calles del Bronx durante la primera Guerra Mundial...ese legado cultural y urbano en conjunto ocuparía la inspiración de casi toda su obra. Pero fue el arte lo que realmente atrapó y formó al joven Eisner. Mostrando capacidad para dibujar desde muy pequeño, el futuro historietista se conflictuaba entonces con la división entre sus padres, pues su progenitor -diseñador de escenarios- lo apoyaba en su interés por la historieta, mientras que su madre, cuyo interés radicaba en el piano, consideraba que si su hijo iba a vivir de ilustrar, entonces debía hacerlo con un caballete como mesa de trabajo.
Por supuesto que Eisner no permitió que su convicción fuera resquebrajada en ese conflicto de intereses pues, tras lograr estudiar en la Witt Clinton High School y en la Art Students League, comenzó a colaborar en distintas revistas de tiras cómicas y a ilustrar revistas de literatura.
Tras un par de años de mantener un estudio al lado del editor Jerry Iger (donde comenzaron dibujantes como Lou Fine, Nick Cardy, Reed Crandall, Joe Kubert, George Tuska y, entre otros, el creador de Batman, Bob Kane, al igual que Jack Kurstberg, quien un par de décadas más tarde cimentó los lineamientos del superhéroe moderno bajo el nombre de Jack Kirby), Eisner decidió hacer sus maletas y comenzar un nuevo proyecto que a la postre transformó la escena de la historieta.
En 1940 un tipo llamado ‘Busy’ Arnold, editor de varios cómics, le propuso crear una serie de historietas para un suplemento semanal que iría encartado en varios diarios norteamericanos, una oportunidad que Eisner no podía dejar pasar, pues significaba el momento que había estado esperando para explayar sus ideas sin restricción alguna. Y fue así que el 2 de junio de 1940 apareció insertado en 25 diarios dominicales de los Estados Unidos la primera entrega de tal suplemento el cual, durante su existencia, fue leído por cerca de 5 millones de lectores.
Blackhawk, Mr. Mystic y, entre otros Lady Luck fueron algunas de las historietas que aparecieron en dicho suplemento, bajo el trazo y las ideas de artistas como Bob Powell y Dave Berg; pero sin duda fue The Spirit, el personaje que se llevó las palmas.
Definido por una ambientación y diseño adelantados a su época, así como por una narrativa que dejaba ver el trabajo de un verdadero dramaturgo, The Spirit devino en la historieta semanal más rica y compleja que haya podido verse, durante un periodo de doce años.
Tras despertar de una contunción durante un altercado violento, el detective Denny Colt es dejado por muerto, ofreciendo así las condiciones para esconderse tras un antifaz y crear una nueva personalidad: el Spirit, vengador que ayudaría al bonachón detective Dolan en su cruzada contra el mal en Delta City. Aunque para Eisner, el personaje es la forma de entregarle tanto a los editores de los diarios como a sus lectores una figura de identificación, lo que en realidad importó al historietista fue contar con una excusa para trazar los dilemas morales, sociales y existenciales que las calles de Nueva York le mostraban día a día.
“Todavía me sorprendo de que mi trabajo en The Spirit haya permanecido durante tanto tiempo, pues desde que dejé de realizarlo en 1952 no he visto un cómic que continúe reeditándose como éste”, explicó Eisner en entrevista a quien escribe estas líneas durante su visita a México en 1999.
“La única razón que encuentro para que el personaje no haya envejecido y continúe reimprimiéndose –agregó-, es que el Spirit se construía en base a historias. Por ejemplo, en Superman la historia se construía en torno a él, a partir de una pequeña idea. Spirit no era una pequeña idea, porque no estaba delimitado por unos superpoderes; con él, las historias de sobrevivencia eran lo fundamental”.
Eisner encontró en este personaje, y su escenario (porque a pesar de que a esta historieta constantemente se le comparó con la forma cinematográfica, Eisner mencionó al arte escénico como su real influencia), la forma idónea para contar sus historias. Sus anécdotas no iban dirigidas a los lectores más jóvenes acostumbrados a las historietas, tenían que ver más con un público adulto, gustoso del trabajo de Ambrose Bierce, Charles Dickens y O. Henry, entre otros, como sucedía con el propio Eisner. En repetidas ocasiones se ha buscado reverenciar a The Spirit definiéndola como El Ciudadano Kane de la historieta, pero en realidad basta con saber que se trata de The Spirit para entender su trascendencia.
Aunque entre 1942 y 1945 Eisner tuvo que servir al ejército, donde tuvo ocasión de comenzar a experimentar en su historieta educativa realizando manuales para el servicio, fue al cierre del The Spirit cuando comenzó a explorar las capacidades de la historieta como recurso educativo. Durante los siguientes 25 años sostuvo una compañía llamada American Visual Corporation, a través de la cual realizó historietas educativas y manuales para el ejército y el gobierno, en donde pudo mostrar a través de formas visuales muy efectivas y económicas para los soldados, desde la forma de limpiar un tanque hasta observaciones de cómo retomar sus vidas tras la guerra.
Ese interés por la educación lo llevó, también, a realizar dos obras clave en la teoría y enseñanza del medio de la historieta Comic and Sequential Art (1985) y Graphic Storytelling (1996), trabajos producto de su extensa y profunda experiencia impartiendo cursos sobre el medio durante años en la School of Visual Arts de Nueva York.
Y fue en 1975 cuando Eisner decidió regresar a la historieta per se, con la aparición de A Contract with God, obra básica del medio en la que el autor rompió con el esquema de la serialización del cómic estadounidense, proponiendo un formato que, al igual que la novela, permita el desarrollo de historias finitas en una sola entrega, así como iniciar una crónica polifónica desde la perspectiva de su herencia inmigrante judía. La propuesta recibió el nombre de Graphic Novel y es lo que hoy día, para no pocos lectores y especialistas, es la forma de la nueva narrativa.
El 2 de enero de 1999, tuve ocasión de entrevistar a Will Eisner, durante su visita al país para participar en la sexta edición de la Convención de Cómics CONQUE. Vestido con una amabilidad que inyectaba incluso cierto temor, el historietista contestó de igual manera y con entusiasmo sobre su carrera y sobre su novela gráfica más reciente, a aquel momento: Family Matter.
Sobre The Spirit: “La idea del hombre con antifaz no era nada nuevo. No lo inventé yo. Pero lo que sí hice fue escribir historias acerca de la gente, y creo que eso es lo que ha hecho que esa historieta permanezca a través de los años. Tenía sólo siete días para entregar una historia de mismo número de páginas, y realizaba una página por día. De tal forma que siempre trataba de traer ideas en movimiento en mi cabeza; a veces (una historia) surgía rápidamente, y en otras ocasiones se llevaba un largo periodo de preparación”.
Sobre las novelas gráficas y Family Matter: “Las novelas gráficas que ahora hago, de unas ochenta o cien páginas, me llevan de uno a un año y medio realizarlas; aunque Familly Matter tan solo me llevó ocho meses. Fue algo rápido, aunque ya llevaba varios años pensándola. Como sucede con casi todas mis novelas, ésta se trata de la observación de un fenómeno social. La forma de vida que llevo en Florida me permite ver todos los cambios sociales que están sucediendo, y sobre uno de ellos habla este trabajo. Antes, las familias estaban acostumbradas a vivir juntas. Desde uno mismo hasta el padre de tu abuelo podían convivir en el mismo lugar, hasta que cada uno iba muriendo; entonces nadie pensaba en alejar al abuelo de la casa. Pero ahora, en Estados Unidos como en otros países, existen muchos programas gubernamentales que te permiten deshacerte de la responsabilidad de cuidar de tus parientes. Sobre eso es de lo que se habla en esta novela, muchos de los personajes que ahí aparecen es gente que conozco. Mi cabeza es un librero de personas”.
“Me gustaría escribir una novela en prosa, pero no estoy seguro, porque mi medio es el arte secuencial y no lo pienso abandonar. Cada arte y medio son muy ricos. El cine por ejemplo, que tiene mucha relación con la historieta es complejo y apasionante, aunque no le veo los alcances formales que encuentro en la historieta. La mayoría de las películas son adaptaciones, no inventan nada; las historietas, en cambio, crean. Quizás lo que más ha influenciado en mi trabajo es el arte escénico”, agregó en aquella ocasión.
The Plot: The Secret Story of the Protocols of the Elders of Zion, ya no pudo ser vista en los estantes por Will Eisner, pero sin duda, esta investigación sobre el polémico documento antisemita del siglo XIX creado y diseminado desde Rusia, es un sobresaliente agregado a una de las bibliografías más extraordinarias de la época reciente.