
Lo sé, estoy inmerso en el mundo Watchmen. Estoy cautivado por esta obra desde hace 15 años que la leí por primera vez, como lo estoy del resto de la obra de Alan Moore. Entonces, como muchos de ustedes –creo-, el filme de Zack Snyder me tenía nervioso, muy muy nervioso. Por un lado, deseaba no saber nada de éste, como el buen maestro Moore lo ha externado; y por el otro, quería que me hablara el buen Zack para invitarme a una función para mí solo. En un aspecto soy un purista, y en otro soy una mujerzuela barata cautiva del Pop y su mercadotecnia. Obvio, ninguna de las dos cosas sucedió, aunque finalmente la he visto ya.
Soy preservador y admirador, obviamente, de la obra maestra original; pero también, ¿saben qué? soy degustador de las buenas obras cinematográficas. Y me parece que el filme que Snyder ha realizado adaptando Watchmen es, ante todo como el propio director ha dicho, un trabajo que se ha hecho con sumo respeto hacia los autores y la obra original, además de un filme técnicamente impresionante y de una belleza visual excitante.

Watchmen, la original, se trata de un complejo relato conformado por doce capítulos de 32 páginas cada uno. Doce capítulos que pertenecen a una misma historia pero que extienden las posibilidades del relato en diversos aspectos y líneas narrativas. La física cuántica, la plausibilidad de la vida y el espacio-tiempo, finalmente, son herramientas que los autores utilizan para hablar de una gran cantidad de emociones, intereses y carencias del ser humano. Esto, por supuesto, con superhéroes como protagonistas y una variación del mundo durante la conocida Guerra Fría.
Toda esa complejidad del discurso escrito está acompañada por un montaje de viñetas y un ensayo en la construcción visual que vuelven imperecedero el original, además de hacerlo una obra realmente peculiar.
Imposible trasladarla al pie de la letra al cine (la idea de Moore, de inicio, fue crear un relato cuya forma fuera única en cómic); sin embargo, Snyder y su equipo demuestran que fue posible hacerlo de manera coherente, espectacular y, en muchos aspectos, alcanzando la reverberanción plástica y escrita, así como encontrando en otras momentos, incluso, nuevos valores en lo propuesto por Moore, Gibbons y Higgins.

Es imposible trasladar la efectividad emotiva del salto temporal como es empleado por Moore en el capítulo IV: Watchmaker, o repetir el complejo montaje de espejos en las viñetas del capítulo V: Fearful Symmetry. Pero a pesar de la difícil tarea, Snyder logra transmitir el mensaje de estos momentos, y prácticamente el resto de los momentos clave del original están reproducidos.
Hay que recordar que Tales of the Black Freighter, el cómic que se desarrolla en una segunda línea narrativa dentro de Watchmen, fue correctamente separado por Snyder para explotarla como un corto animado en DVD y, sobre todo, la tan mentada presencia tentacular ha sido cambiada en el filme.
Como el mismo Dave Gibbons y Snyder lo han manifestado: a pesar de los cambios, el objetivo y forma de la historia están prácticamente intactos. Y, en suma, los cambios y variaciones fueron exigidos por el medio cinematográfico: en el original funcionan, pero al pasarlos a acción real quién sabe.

Al ver en pantalla la potencia del cinismo de Edward Blake / The Comedian, la rabia y frustración violentas de Walter Kovacs / Rorschach, la fría y espectacular omnipotencia de Dr. Manhattan / Jon Osterman, el realismo en los callejones, en los edificios o la grandilocuencia de la secuencia con la muerte de The Comedian, por ejemplo, entendemos el gran trabajo de Snyder y su equipo, pero sobre todo la fuerza formal y del mensaje de Moore y Gibbons, que espectacularmente ha pasado a otro medio.
Imposible que la Watchmen de Snyder logre reproducir todo el lirismo de la original; pero, sin duda, ha creado un lirismo propio.