viernes, 10 de febrero de 2023

70xploitation: KOLCHAK, The Night Stalker. 50th Anniversary & BLACULA, Return of the King


No cabe duda de que ese aparente envoltorio aséptico de las perversiones ocultas en los hogares del ‘gótico americano’ del cine de horror de los años 80 es la nostalgia más rentable actualmente en los contenidos multimedia de genero. Sin embargo, habemos quienes nos decantamos por el inigualable esplendor de la violencia y la suciedad urbana que fue forma y fondo de buena parte del cine de horror de los años 70.

En fechas recientes dos obra sobresalientes en cómic retoman la trascendencia del cine y la TV Serie B, no sólo para explotar nuevamente un par de iconos, sino para profundizar en la propia mitología de los mismos, y de la misma manera explorar los códigos que han vuelto imperecederas a estas obras.




KOLCHAK, THE NIGHT STALKER. 50TH ANNIVERSARY.

Moonstone, 2002

Varios Autores

Editor: James Aquilone


El público espectador potencial que convierte en éxitos las docenas de series de ‘TV’ que se arremolinan en las plataformas por todos conocidas seguramente no tienen idea de quién es Carl Kolchak y, de hecho, no tendrían por qué saberlo. Pero hay que agradecer al sello Moonstone y a el editor James Aquilone por celebrar a este personaje y a sus creadores y autores, y recordarnos de donde provienen tantos mitos que hoy entretienen y sostienen a tantos espectadores y narradores.


El encanto del cínico, dicharachero y obsesivo reportero Carl Kolchak —interpretado por Darren McGavin, cuyo perfil ha sido notablemente respetado para su encarnación en los cómics— ha marcado a generaciones desde que se le vio por primera vez hace medio siglo a través de la televisión estadounidense —y de ahí a la de docenas de países—, con un par de brillantes filmes para la TV —The Night Stalker y The Night Strangler— y posteriormente con una popular serie en la que continuó con su investigación y cobertura de las notas y casos más extraños que lo enfrentaron con un fabuloso y estrambótico catálogo de entidades sobrenaturales: hombres lobo, zombies, demonios y, entre muchos otros, vampiros, por supuesto, y sin olvidar a un motorista sin cabeza. Sucesos que lo enfrentaron, igualmente, con la incredulidad de un mundo que se desmoronaba, pero que ha continuado sin aceptar los agentes externos que conspiran en su contra —las radicales diferencias entre Mulder y Scully son continuación de esta batalla ya seminal—.


Confeccionado por el periodista Jeff Rice, y definido y enriquecido por el gran novelista Richard Matheson para los dos filmes que lo lanzaron y su posterior serie televisiva, Kolchak fue un personaje y una saga que marcó y cautivó a un público que no ha dejado de crecer, por su acercamiento con el mundo urbano perfectamente reflejado a través de sus calles, sus habitantes y con los mismos miedos y fobias de los espectadores de una —y más— décadas donde los horrores de la vida real encontraban matiz figurado en las amenazas enfrentadas por Kolchak, y que desde entonces han sido parte central de la literatura que nos ha formado tanto en la ficción como en la nota diaria.


Desde 2002, Moonstone se ha encargado de publicar un buen número de miniseries y novelas gráficas por diversos autores, donde se ha continuado construyendo la mitología de este personaje. Y es ahora en el aniversario 50 del personaje que se ha publicado Kolchak, the Night Stalker. 50th Anniversary, una compilación de 12 historias nuevas que se reparten a través de siete décadas de trabajo periodístico del personaje, con elocuentes resultados en algunos casos.



La crónica de vida de Kolchak con lo sobrenatural arranca desde los tempranos años de estudiante y llega hasta principio de este nuevo siglo y milenio, con un desenlace que parece serlo todo: lírico, explosivo, esperado, inesperado y obvio… de cierta manera.


A través de las historias vemos ciertos cambios de paradigmas con el paso de los años, y el tapiz blanco que se va apoderando del cabello del protagonista, pero la intención profesional del personaje y, sobre todo, el inequívoco sombrero blanco en su cabeza como acentuación de su estado disonante frente a la incredulidad social, permanecen intactos.


Enumerar la pasarela de monstruosidades a las que se enfrenta Karl Kolchak durante las más de 170 páginas de historieta de este compendio, sería echar a perder buena parte de la sorpresa que guarda; pero digamos, que no faltan las interesantes variaciones o reelaboraciones de clásicos, así como el mismo enfrentamiento de Kolchak con lo extraordinario en contextos históricos que conocemos, y sin olvidar la revelación de cómo fue que se hizo de su clásico sombrero y, como ya se mencionó, del impactante final del propio Kolchak.


En este tipo de antología estamos acostumbrados a encontrarnos tan sólo con entretenimiento, por decirlo de alguna manera; pero en este caso se nos revelan interesantes datos de su vida y de su desenlace; es decir, esta serie de historias valoran de igual manera el entretenimiento y el peso de los hechos para el personaje.


El libro incluye dos interesantes y significativas introducciones, una firmada por James Rice y la otra por Richard Christian Matheson, ambos autores descendientes de los iniciadores —junto al realizador y productor Dan Curtis— de esta mitología hace medio siglo en la TV; y en el caso del hijo del autor de “Soy Leyenda”, también colabora en este libro con una historia, que se convierte en su primer trabajo para cómic. Entre la sobresaliente lista de escritores reunidos, se encuentran Peter David (The Incredible Hulk), Nancy A. Collins (Sunglasses After Dark, Swamp Thing), Kim Newman (Anno Dracula), Steve Niles (30 Days of Night), Rodney Barnes (Killadelphia, Blacula Return of the King) y, entre otros, el propio Aquilone.


Y en el terreno del dibujo, artistas como J.K.Woodward, Szymon Kudranski, Colton Worley, Warwick Cadwell-Johnson, Paul McCaffrey y, entre otros, Gabriel Hardman, quien escribe e ilustra, ofrecen notables traslaciones a los dibujos.


En Kolchak, the Night Stalker. 50th Anniversary hallamos un notable coro de distintas voces que unen talentos para un sólo objetivo: celebrar y subrayar la labor de Carl Kolchak, un periodista que siempre buscó la verdad… por más extraordinaria que esta parezca.


Kolchak, the Night Stalker. 50th Anniversary fue producido gracias a una exitosa campaña de Kickstarter, pero para todo aquel que no pudo adquirirlo en aquel momento, puede hacerlo directamente aquí: Monstrousbooks.com.




BLACULA, RETURN OF THE KING

Zombie Love Studios

Por Rodney Barnes y Jason Shawn Alexander


1972. Mientras Carl Kolchak enfrenta en Las Vegas a un vampiro de sangre europea a través de la pantalla de la televisión, en una buena cantidad de salas de cine surge un nuevo antihéroe en el marco de la blaxploitation: Blacula… efectivamente, un vampiro para consumo de un sector muy especifico de los espectadores de cine, aunque radicalizando el carácter aristocrático de la figura del vampiro hacia la de la esclavitud africana.


Así, el príncipe africano Mamuwalde —interpretado por William Marshall— que en 1780 acude a Transilvania acompañado por su esposa, Luva, para solicitarle en visita oficial al Conde Drácula finalice con su comercio de esclavos, como respuesta es sometido y convertido en vampiro por el propio Conde, quien lo condena a la vida eterna encerrado en un sarcófago mientras escucha morir a su esposa y, entre risas de Drácula, escucha que lo bautiza con el mote de Blacula.


En tan sólo unos cuantos minutos de prólogo, el filme dirigido por William Craine, y escrito por Joan Torres, Raymond Koening y Richard Glounor, resume perfectamente el rencor histórico de una cultura y raza cuyo pesar y coraje podría estar simbolizado por la burla del “Rey de los Vampiros”.


Volvemos a 1972, y Mamuwalde es reanimado azarosamente y provocando una epidemia vampírica en las calles de Los Ángeles, que lo enfrenta con su propia raza y sin poder hacer a un lado una maldición que carga desde siglos atrás.


Aunque Blacula, el filme, fue en buena parte un éxito mediano de su época, ha sido una fuente de referencia e inspiración incluso desde entonces. El escritor Rodney Barnes es uno de los espectadores que quedó marcado por esta experiencia fílmica, y hoy, medio siglo después del estreno de esta obra, realiza una espectacular secuela en cómic, respaldada por las explosivas ilustraciones de Jason Shawn Alexander.



Blacula, Return of the King, así, se convierte en la tercera resurrección de Blacula (tomando en cuenta la secuela fílmica Scream Blacula Scream, de 1975), y un enfrentamiento nuevo con la modernidad y su más antiguo enemigo.

Las calles de algunos barrios de los Ángeles comienzan a bañarse con sangre a la par que van desapareciendo por docenas habitantes de las mismas. En principio se considera que se trata de ajustes de cuentas entre pandillas rivales; sin embargo, cuando pintas con el nombre de Blacula, comienzan a propagarse el rumor de que un viejo mito que provocó un baño de sangre en los años 70 ha regresado de la tumba… sin embargo, el príncipe Mamuwalde parece ser nuevamente víctima de una estratagema del centenario Rey de los Vampiros.


Blacula, Return of the King, no enfrenta al vampiro africano con un mundo que le lleve una ventaja de 200 años, como en el primer filme; sin embargo, las diferencias de los años 70 del Siglo XX a los de la segunda década del Siglo XXI hablan igualmente de formas de pensar y comportamiento totalmente distintas. Blacula ahora, ante el enemigo común, encuentra aliados en los descendientes de sus víctimas, y la comprensión de un mundo que puede ser dirigido desde un celular puede resultar complejo.


Barnes, por supuesto que traza muy bien el encontronazo de un ser sobrenatural antiquísimo con el presente, y todos los elementos permiten la pertinente discusión de razas y credos. Pero, ante todo, el escritor se plantea construir una secuencia lógica en el mito de Blacula, lo que arroja entonces un entretenido y divertido relato de vampiros que encuentra una espectacular ejecución en los expresivos trazos de Shawn Alexander, dueño de un lienzo de oscuridad y carmesí donde el encuentro entre lo expresionista y naturalista arroja un producto perfecto para el tema, como ya lo han demostrado esta dupla de autores en su celebrada saga de Killadelphia (Image Cómics, 2021 al presente).


Normalmente, cuando un producto de esta índole deja abierto su final, el lector mayormente se lamenta tras haber experimentado un claro ejemplo de explotación sin ton ni son; en el caso de Blacula, Return of the King, el final abierto se agradece y es la promesa de que se continuará con una narrativa que se debe a la explotación, pero ya desde la perspectiva que ofrece el paso del tiempo, un añejamiento que permite ver aspectos que anteriormente fueron denegados y que ahora, con su sello Zombie Love Studios, el propio Barnes promete entregar obras de explotación de calidad. No podría haber mejor noticia.


 

viernes, 10 de junio de 2022

MY WAY, de Miguel Ángel Martín

¿Cuál es el peso de los nombres, de los apellidos?


En algunos casos el que cada familia que lo porte le dé; en otros el que cada individuo logre darle, y en muchos otros el que los demás decidan darle a partir de la desinformación, prejuicios y opiniones certeras o no que tengan de tal individuo o familia.


Está, por ejemplo, el protagonista de la más reciente novela gráfica de Miguel Ángel Martín: MY WAY (Reino de Cordelia, 2022), DeSalvo, un escritor que acaba de salir de prisión tras permanecer 15 años encerrado por culpársele de inducir con una de sus obras a una serie de crímenes (homicidio, pedofilia, suicidio). El editor de la misma se suicida al no soportar el peso del linchamiento de los medios, y DeSalvo tiene que esperar todo ese tiempo para llevar a cabo su venganza contra la sociedad.



Toco el tema de los apellidos, porque como sabemos en ocasiones debe arrastrarse y en otras puede llevarse en hombros, según el actuar de la familia o de uno mismo. Y cuando se trata de personajes públicos la cosa puede tornarse verdaderamente desagradable y sangrienta.


El lector avezado en la historia del crimen y la nota roja, relacionará automáticamente el apellido DeSalvo con el de Albert DeSalvo, el famoso “Estrangulador de Boston”, quien durante los años 60 asesinó al menos a 14 mujeres. E igualmente por ahí se cuela el apellido Nitti, que invariablemente esta relacionado con las armas de fuego. Que Miguel Ángel Martín nombre DeSalvo a su protagonista puede parecer una provocación, pero ello es parte central de su obra y, sobre todo, la cultura del crimen siempre —igualmente— ha nutrido su discurso y la forma de sus historias.


En el cuerpo de MY WAY, sin embargo, el apellido encuadra de manera automática el historial que tenemos y relacionamos con los nombres, con los símbolos, dándonos una idea preconcebida de lo que debemos esperar de cada individuo. Y ese parece tratarse de uno de los puntos nodales de esta novela gráfica: el peso desmedido que la sociedad le da al pre-juicio, a la opinión sin verdaderos fundamentos, sobre todo en medios electrónicos y redes sociales. Las verdades a medias, la información inacabada, los conceptos y opiniones manipuladas, conforman la opinión de nuestra sociedad.


La verdad distorsionada a DeSalvo en la novela gráfica, además de quitarle quince años de su vida y amargarle la existencia, le siembra un odio enconado hacia la manipulada sociedad, algo que manifiesta desde que sale de prisión mostrando una carencia total de respeto ante las reglas mínimas de cortesía y que se eleva hasta la ejecución de los actos más reprobables y monstruosos, los mismos que esa misma sociedad maniquea en el pasado le endilgó de manera acusatoria.


La venganza en la que se monta DeSalvo resulta entonces una cruzada de violencia que busca desestabilizar el estado de las cosas y, así, ya no dejar al descubierto —porque siempre ha estado a la vista de todos—, pero sí recordarle a la sociedad que con su cinismo no arregla ni hace que se olviden las cosas.


En el caso de Martín, con su obra nos encontramos —en buena parte de ella— ante uno de los trabajos más ausentes de restricciones de censura y prejuicios, por tanto uno de los ejercicios narrativos más libres y subversivos de los que se tenga memoria en los últimos treinta y pico de años. Si bien, MY WAY no se acerca al nivel gráfico de su recordada obra de culto Psychopathia Sexualis, sí resulta una obra estridente en su violencia discursiva y fuera de cuadro, todo esto con conocimiento pleno de las galimatías psicológicas que la opinión pública y las leyes pueden llegar a armar.


Martín, como es sabido, buena parte de su obra la considera y la acomete como humor negro, una condición que le permite el nivel de violencia, escarnio y profundidad crítica que lo convierte en —tal vez— el autor de cómics más violento publicado jamás. Él recuerda la complicada historia de Psychopathia Sexualis en Italia, donde su editor libró una batalla legal durante cinco años por atreverse a publicar la obra. De esa forma, los paralelismos en el autor y el protagonista de MY WAY llegan a un nivel claro, que seguramente resultará escandaloso para los lectores que gustan de chismes en redes y en sus vidas. Sólo tengamos bien en cuenta que aquella no deja de ser unas obra de ficción, y Martín es un artista con el don de entregarnos “a su manera” las historias que no nos atrevemos a contar, y por lo cual siempre le viviremos agradecidos.



 

lunes, 29 de marzo de 2021

The Joker, Karmen, Ultramega y Maniac of New York


RESEÑAS


THE JOKER #1 (DC, James Tynion IV, Guillem March): No voy a decir que soy indiferente al encanto de Joker (a pesar de su sobre exposición) ni pregonaré sobre lo aberrante que resulta la popularidad de un psicopata criminal, pues ante eso, es natural que exista una serie mensual protagonizada por este demente sin escrúpulos.


De hecho, lo que me maravilla, es que tuvieran que pasar cuatro décadas para que sucediera esta publicación, conociendo la popularidad de este asesino (el mote de antihéroe hasta guango le queda). Fue en 1979 cuando se publicó la primera y única serie mensual que había tenido el personaje y que no pasó de los 9 números; y después de eso no han faltados las miniseries, números especiales y novelas graficas centradas en este asesino socarrón. Pero hasta ahora se publica de nuevo una serie mensual centrada en él, y la cual me parece que se convertirá en algo mayor si se mantiene el nivel del primer número.


Tras los últimos acontecimientos entre la relación de Batman y Joker en recientes sagas,  nos encontramos con un Hombre Murciélago abatido y un payaso tuerto, y más demencial y diabólico que nunca -aunque creo que ese es uno de sus grandes rasgos, que siempre nos hace creer que lo está más de lo normal-; y todo eso por supuesto arrastra a otros personajes.


Caso en concreto James Gordon, quien se encuentra ahora fuera de la fuerza policiaca, y es en ese vulnerable punto en el que le llega una oferta a la que difícilmente se le puede ser indiferente: una jugosa cantidad para exterminar al payaso cabrón.


Así las cosas, Tynion IV reúne los nudos necesarios para lograr equilibrar su acostumbrado y cargado texto entregándonos, ahora, una narrativa que no se siente pesada ni sobrada, en la que el relato heroico ha quedado atrás, para dar paso a un asomo sombrío a la desazón de los que combaten el crimen y a la oscuridad de aquellos que lo cometen por puro gusto o naturaleza.


Gordon se encuentra en un punto parecido al que se hallaba cuando partió de Chicago hacia Gotham para convertirse en Comisionado  de Policía; es decir, está cerca del tono del Batman Year One, de Miller y Mazzuchelli, y el tono y talento de aquella ya canónica historia permea en todos los positivos sentidos posibles este primer número (tanto así, que incluso el muy personal y elocuente trazo de March reproduce a ratos los rasgos de los muy personales trazos de Miller y Mazzuchelli, algo fascinante para el lector clavado).


A Gordon se le anuncia -y conforme las horas y los amargos tragos van pasando va haciéndose notable- que está a punto de sumergirse en un viaje por el mal auténtico, un relato que comienza a caer en un horror y violencia realmente desagradable, pero inolvidable. Esperemos -por el bien de la historia- así siga esta serie.



KARMEN (Image Comics, Guillem March): Hablando de Guillem March, acaba de publicarse el primer número de esta miniserie de cuatro números totalmente realizados por este autor español. La experiencia que hasta ahora había tenido yo como lector con con el trabajo de March se encasillaba en su trabajo para el cómic estadounidense de superhéroes, el cual me resultaba tremendamente atractivo (hay por ahí un Annual alucinante de la Justice League Dark con Swamp Thing), pero donde se notaba que no estaba del todo liberado. Ahora con su reciente y constante trabajo en Batman y en el fresco The Joker, el trazo de March se nota espléndido, y teniendo la oportunidad de leer y ver algo totalmente de autor es casi inenarrable.


Casi imposible de relatar aún por dónde va con su primer número, KARMEN es el descenso de una suicida en el ¿Limbo? o algo así, y la cuestión es que la no menos atractiva historia podría ser menos incluso, pero la realización gráfica de March es tan hermosa que aquello no importaría.


La gran cantidad de detalles y acumulación de líneas que en su trabajo mainstream pueden llegar a ensordecer, aquí se nota con una armonía casi inmaculada, sin perder su barroquismo y montando un espectáculo visual que invita a meterse en él, y quedarse ahí.


Repito, aún no estoy seguro de qué va la historia; pero yo ya estoy bien puesto ahí y espero que todo vaya creciendo aún más. 


Las portadas tanto de March como de Milo Manara para el número 1 son igual de bellas.



ULTRAMEGA (Image, James Harren): Como lo sabemos y lo está mostrando claramente durante estos días Godzilla vs. Kong, las historias de kaijus son pretextos invariablemente para mostrar madrizas inolvidables. Este cómic de James Harren no es la excepción, aunque los resortes de la historia no son nada indiferentes. 


En ella una fuerza extraterrestre permite la transformación de tres terrícolas para combatir una invasión de kaijus, en medio de un interesante y estresante meollo melodramático. Harren explica en el epílogo a este número 1, que esta historia es resultado de su amor por cosas como Evil Dead, Robocop y Devilman, es decir, uno lee esto y entonces entiende de una manera más clara los interesantes recursos y atajos presentes en la historia, y comprende que la obra anuncia un acercamiento personal y, por tanto, prometedor al kaiju sin ser eiga.


Y si los razonamientos dramáticos son buenos, ya estamos más allá del otro lado entonces, porque las ilustraciones son un verdadero agasajo. Aunque por breves momentos podría sentirse una variación en el dibujo, en realidad es la celeridad -me parece- que Harren busca imprimirle al relato, en el que el quebranto de un ser humano como padre y esposo se suma al de una emergencia existencial y mundial. De cine de catástrofes kaiju a body horror, pasando por el drama clásico, ULTRAMEGA entrega un arranque épico y energético en su primer número, el cual esperemos siga por el buen camino de la destrucción y monstruos descomunales.



MANIAC OF NEW YORK (Aftershock, Elliot Kallan y Andrea Mutti): Este cómic instantáneamente remite al capítulo en Manhattan de la saga fílmica protagonizada por Jason Voorhees, como el título puede demostrarlo. Pero en realidad, fuera de la máscara de hookey del asesino, la historia se va por otra línea, pues aquí sí tenemos una historia interesante.


El asesino conocido cómo Harry, muestra una capacidad sobrehumana para el asesinato y su presencia tras varios años ha resultado ser prácticamente indestructible e infranqueable, lo que lleva a crear una ‘unidad’ especializada en el caso -confirmada por dos mujeres y prácticamente nulo presupuesto y apoyo- en un Manhattan que vive en el terror de contraer la muerte entre sus calles; es decir, los ecos de la pandemia y de la lucha de géneros, logran ir más allá del oportunismo dándole el peso dramático e histórico del que carece la vacua serie de Friday the 13th, por ejemplo.


Apenas van 2 números de esta miniserie, pero el ritmo aumenta y el suspenso se dilata correctamente intrigando con una naturaleza extraordinaria del asesino y profundizando en las historias y conflictos de sus perseguidores y de sus víctimas.


En resumen, esto es lo que le hace falta a muchas sagas gringas mediocres de asesinos en serie.

viernes, 12 de febrero de 2021

EL INCAL, a 40 años

Es bien sabido por los partidarios de la obra de Alejandro Jodorowsky, que El Incal (tal vez su obra más importante y popular en cómic, aunque no la única extraordinaria) surge aparentemente de un sueño apocalíptico en el que el autor chileno atestigua el choque épico, descomunal, transformativo de dos enormes pirámides. A partir de ahí, el regreso al mundo consciente del artista chileno ha sido alterado y decide iniciar entonces una más de sus extraordinarias aventuras artísticas.

En la lectura del Tarot, en la llamada Tirada de la Pirámide, se eligen diez de los veintidós arcanos mayores con la intención de resolver dudas, preocupaciones o deseos concretos; es, de cierta manera, un asomo al subconsciente. Es en el propio sueño inconsciente donde Jodorowsky tira los arcanos y recibe la respuesta más gráfica y concreta que pudo haberse dado.

Esto fue en 1980. Unos años antes –en 1974– de manera fáctica en otro sueño a Jodorowsky se le ordena adaptar al cine Dune, de Frank Herbert, ¡cuando ni siquiera la ha leído aún! Eso tampoco impide que la primera tarea que realiza cuando el mundo despierta sea adquirir una copia de la obra, leerla y comenzar el mayor y estrambótico proyecto cinematográfico de ciencia ficción jamás filmado. Desafortunadamente, tras más de dos años de intenso trabajo de un equipo sin precedente de artistas el proyecto es interrumpido, dejando depresión y enfermedad entre sus involucrados, aunque esparciendo igualmente los muchos hallazgos logrados.

Los beneficios del ‘fracaso’...

Durante el transcurso de cinco años tras la debacle de Dune, Jodorowsky ha logrado levantarse. Entre México, París y la India ha continuado con el entramado artístico que lo delata: con obras de teatro, edición de revistas y la dirección de un filme accidentado y prácticamente olvidado (Tusk), el futuro realizador de Santa Sangre anima el espíritu artístico y logra darle el pan al cuerpo que lo sostiene. En ese punto, cuando cuenta con 50 años de edad, llega ese segundo sueño premonitorio o detonante que lo lleva a reforzar una carrera que no había echado a volar del todo en otro medio.

Volviendo a Dune por un momento, ahí Jodorowsky reunió una célula de genios artísticos en sus distintos apartados que, como veremos, definirían patrones y el futuro del cine fantástico en Hollywood durante las siguientes tres décadas (y si aquel proyecto de Dune nunca se concretó, lo que sembró, hoy día sigue dando los frutos más ricos e influyentes en el cine y buena parte de las narrativas más socorridas), compuesta por Hans Rüdi Giger, Chris Foss, Dan O’Bannon y Jean Giraud ‘Moebius’. Con Moebius, quien para entonces ya es un historietista e ilustrador de sueños y fantasías sin igual, decide retomar el vuelo quebrado en Dune; forjando un nuevo camino en el cómic que arranca con el poema ilustrado sin igual Les Yex du Chat (1978).

Y con este mismo artista decide responder a la necesidad de construir un nuevo mundo a partir de la destrucción que esas dos pirámides colisionando pueden significar...

En el lustro que se da entre el esfuerzo e imposibilidad de concretar Dune y la concreción de El Incal, Jodorowsky observa una pasarela de obras cinematográficas que parecen llevar como milagros sobre las solapas la agitación creativa detonada por él y el equipo que conformó. Filmes como Star Wars, Alien y unos años después Blade Runner, eran una realidad que se forjó con la sangre de Dune y que, de alguna manera, erosionaban el ánimo de su principal perpetrador. El choque de aquellas moles piramidales parecía ser el subconsciente que gritaba sin boca, sin posibilidad de expresarse. Había que radicalizar la cura.

Si algo queda claro en la obra de Jodorowsky como escritor de historietas, es que la imaginación puede rebasar cualquier presupuesto cinematográfico y que, por tanto, el único problema es la calidad de las ideas. Con Jodorowsky, indudablemente, nos encontramos ante uno de los pensadores más originales, impactantes y arriesgados del pasado siglo y lo que va de este, por lo que su materia prima no está falta de recursos, y más aún si hace mancuerna con un dibujante sobrenatural.

Así, además de componer un exorcismo para su creador, El Incal se revela como una space opera en la que la acumulación de eventos, personajes, géneros narrativos, estilos de dibujo y giros argumentales pueden ser dilucidados simple y llanamente como un relato iniciático, para sus autores y sus lectores.

Creando paradigmas

El Incal es una obra que se inscribe dentro de un medio e industria sumamente minimizado aún en el momento que comienza su publicación (1º de diciembre de 1980, Metal Hurlant #58), y a pesar de cumplir con cierta periodicidad y con ciertos requisitos del medio impreso y del narrativo, sus motores son atípicos y su búsqueda hoy día continúa infranqueable.

Cuarenta años después del inicio de su publicación, la percepción del medio del cómic ha cambiado, sí, aunque hoy se debate entre ser un medio de hallazgos narrativos policromáticos y la escaleta de un posible multimillonario y aburrido blockbuster hollywoodense. Por si fuera poco, el mundo sigue siendo medio redondo y no ha mejorado en nada. De hecho, el caos reinante cada vez se semeja más al propuesto por el guión de Alejandro Jodorowsky y las ilustraciones de Jean Giraud “Moebius” en El Incal: escenario distópico y apocalíptico, con los tonos sociales bien definidos por claros niveles inferiores y superiores, aunque donde para todos gobierna el mismo presidente clonado... desde hace nueve periodos; donde psicoratas se reproducen mayormente entre más miedo les tenga uno, donde hay gaviotas de concreto y los mutantes son una raza más y, entre miles cosas más, está el callejón de los suicidios... para todo aquel que lo requiera como último recurso o, para los más, aquellos que quieran pasar un buen rato viendo caer suicidas y recorrer una altura kilométrica, tan extensa como una vida.

El Incal rompe paradigmas desde su cardiaco y suicida arranque: el lector es inmerso de lleno en el agobiante problema del protagonista, John Difool, investigador de quinta quien por un grupo de mercenarios que buscan el Incal ha sido arrojado por el callejón del suicidio con rumbo al lago de ácido. Este cardiaco inicio-epílogo pone entonces las cartas sobre la mesa: estamos a punto de ver una historia que da giros, pero, más aún, que es un círculo en sí misma. Y ese círculo, aunque nos habla de una forma de uróboros, se compone de mutaciones y transformaciones, podemos saber hacia dónde nos lleva el final, pero el camino es tan ignoto y variable, que hasta antes de El Incal no había nada parecido en la historieta y buena parte de la narrativa audiovisual.

Durante ocho años, tiempo en el que se fue publicando por entregas variables de tiempo en la ya mencionada Metal Hurlant, Jodorowsky y Moebius construyeron este relato que el creador pánico le relataba y actuaba al ilustrador galo, mientras este tomaba notas y realizaba sketches que servían como paso intermedio para el dibujo y el guión final (un método que, curiosamente, se semeja mucho al utilizado quince años antes por Stan Lee con Jack Kirby y Steve Ditko para el trazo de la dramaturgia del Universo Marvel). Moebius se impuso la tarea de completar una de las páginas de El Incal (que se compone de 291 páginas de historieta) de manera diaria, lo que arroja un relato donde el dibujo puede dilatarse y encogerse en una cantidad inconmensurable de detalles dependiendo del trance vivido por los personajes o del estado anímico del propio artista.

Y así en el resultado final en la hoja de papel encontramos el viaje de John Difool por todo el Universo para restaurar la justicia y conquistar la oscuridad con la ayuda de la luz del Incal, una pequeña piedra piramidal gestada en el círculo más ordinario y profundo de la Tierra, sensible y consciente, y cuyos poderes son tan inabarcables como todopoderosos.

En su recorrido editorial (inicialmente en Francia y a través de más de una veintena de ediciones en distintos idiomas), El Incal ha transformado la percepción de guionistas y dibujantes de la industria del cómic alterando, así, lo que han hecho para obras como Spider-Man, The Ultimates, Iron Man o Transmetropolitan (desde autores como Brian Michael Bendis, Mark Millar y Warren Ellis, quienes han declarado su admiración por la obra, hasta ilustradores como el veracruzano Omar Ladrönn, quien encontró un camino a partir de la lectura de esta obra que desemboca en el encargo de ilustrar Final Incal, además de Les Fils d’El Topo, la secuela en cómic al clásico fílmico de Jodorowsky), y a la vez es objeto del interés de varios cineastas para adaptarla al cine, como es el caso de Ridley Scott (hablando de paradojas absurdas) y Nicholas Winding Refn, quienes han trabajado y trabajan en adaptaciones animadas y de acción real.

El círculo parece cerrarse de nuevo, y el fracaso inicial ha provocado un cambio ‘universal’.

Esta ‘crónica’ de la heroica gesta iniciada para alcanzar El Incal, queda entonces como simple agradecimiento y tributo para una serie de artistas y creadores comandados por Jodorowsky, y quienes ‘alcanzaron’ la luz hace 40 años. Que cada lector aborde y comprenda directamente por cuenta propia la historia de esta épica, pues es mejor descubrir por cuenta propia los símbolos o giros de tan rico tapiz historietístico (sin olvidar las precuelas, secuelas y tie-ins o historias relacionadas, todas escritas por Jodorowsky e ilustradas por un rosario de artistas del más alto nivel, como la soberbia La Casta de las Metabarones, ilustrada por el finado Juan Giménez).

viernes, 3 de abril de 2020

Juan Giménez, México y Sitges

¿Cuánto cambiará el mundo o cuánto cambiaremos nosotros...? Es algo que aún no sabemos, que aún no queremos saber o que no estaremos dispuestos a saber mañana, en una semana, en uno o dos o tres meses.

Con lo único que podemos contar desafortunadamente es con los datos, con el frío bofetón de las noticias. Y así fue como hace unos días nos enteramos de que el gran ilustrador, narrador e historietista argentino Juan Giménez estaba infectado de COVID-19, y que desde días atrás yacía hospitalizado. Ayer nos enteramos que su cuerpo no resistió más y que fue vencido.

No me gusta esa palabra, pero en este caso me parece que resulta detonante porque Giménez –como todos los grandes artistas, y cualquier gran profesional en todo rubro que se les ocurra– contagió con su talento y, además, nos entregó imágenes inolvidables, indelebles, que hasta su momento no habían sido vistas en los terrenos de la plástica y la narrativa. Es decir, su trabajo habla de vigor total, nada de batallas perdidas.

Como muchos lectores –creo– me vi inmerso verdaderamente en su trabajo al comenzar a leer en forma La caste des Méta-Barons, con guiones de Alejandro Jodorowsky, durante su publicación en EU a partir del año 2000. Ya antes había tenido oportunidad de leer alguna historia corta o episodio de algún trabajo más extenso –incluso ya tenía uno o un par de álbumes de los Metabarones, pero que aún no leía porque no los tenía consecutivos– en algunas páginas de las muchas antologías europeas y estadounidenses que tenían a bien reproducir los trabajos de muchos grandes autores trabajando para el mercado europeo.

Con los Metabarones me encontré ante una obra cumbre del medio y de la narrativa de la CF del Siglo XX. No voy a hablar de la increíble historia de esta saga de una genealogía de mercenarios intergalácticos a través de los siglos y del espacio, plena en drama, acción, sangre y pasión. Hasta ese momento, y hasta el día de hoy, no se ha visto una space opera como Le caste des Méta-Barons.

La mitad del peso de esta extraordinaria obra recae en la imagen, un trabajo que Giménez construyó con la experiencia acumulada por los años (obras como Basura o El Cuarto Poder, dan fe de su maestría), y estudios en diseño industrial (por un lado, con un fascinante conocimiento ergonómico aplicado a sus máquinas y espacios) y de la pintura y las bellas artes (por el otro, aplicado de manera descomunal con la utilización del color y en el uso de la luz, la figura humana y esos rostros que me recuerdan a Rembrandt y el Barroco en general).

De esa manera, esta saga ofrece un espectáculo sin precedentes, donde tanto el texto como la imagen plantean nuevos caminos para el medio y detonaciones mentales para los lectores.

Los ocho retratos de ocho protagonistas que Giménez pintó para cada episodio de la saga, son un aspecto que hasta ese momento poco se había explorado en el cómic. Se trata de retratos que semejan haber contado con un modelo real y, sobre todo, que nos hablan de un futuro lejanísimo que de manera interesante voltea hacia el Barroco para capturarlo. Es algo esplendoroso e inolvidable.

Juan Giménez visitó México en 2003, como parte de la convención de cómics Utopía, y ahí coincidió con Carlos Meglia (ya fallecido) y Francois Boucq, los tres, artistas que habían colaborado en distintas obras en cómic escritas por Jodorowsky.

Tuve la ocurrencia de proponerles realizar una suerte de mesa de discusión con los tres como entrevista hablando de su experiencia colaborando con Jodorowsky, y corrí con la suerte de que aceptaran de buena gana.

La entrevista resultó una revelación, donde los tres encontraron tanto fascinante como complicado trabajar las ideas y los guiones de Jodorowsky, y terminaron agradeciendo el momento porque lo habían considerado una especie de terapia en la que pudieron hablar de algo que no habían hecho y que entendieron necesitaban externar.

Los tres grandes personas, y en el caso de Giménez y Boucq autores consumados. De Giménez además de un sketch dibujado en uno de mis tomos de Le Caste des Méta-Barons (que posteriormente logré que firmara también Jodorowsky) me llevé una muy grata impresión de una persona que no sólo era afable por amabilidad profesional, sino porque su espíritu así estaba delineado.

Cuatro años después, en 2007, tuve la fortuna de asistir por tercera ocasión al Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges, y mientras esperaba en el lobby del Hotel Meliá para realizar una entrevista, me topé con el mismo Juan Giménez; mi sorpresa sería doble por el inesperado contacto y porque este gran artista me reconoció de su visita a México. Me platicó entonces que desde los años 80 residía en la hermosa localidad de Sitges (espacio que, comprendí, concentraba a grandes historietistas como, entre otros, a Horacio Altuna, de quien pude ver una exposición un año antes, o el también gran maestro Manuel Sanjulián, a quien pude conocerlo un año después en la inauguración de una muestra en homenaje al filme Casablanca), que era un lugar realmente acogedor, y que cada año era invitado al festival y que asistía con gusto porque era momento para pasarla bien con amigos y viendo cine interesante.

Recuerdo que le pregunté qué posibilidades había de adquirir un original de su trabajo, y de la manera mas amable me dijo que no le gustaba hablar de eso, porque no sabía cuánto podría costar. Nos despedimos y cada quien siguió su camino. En 2015, durante la edición 50 del certamen, le fue entregada la María Honorífica.

Hace unos meses, en el número 74 de la edición original de Batman, se publicó una portada variante firmada por Giménez, y ese inequívoco toque del Barroco le daba un realismo de galería al Hombre Murciélago en portada. Hace un par de días salió a la venta la recopilación mexicana que incluye dicho número, y para ello se publicó una portada variante para darle salida a tan magnífico retrato.

Estamos en marzo del 2020, y nos enteramos que el maestro Giménez había ido a Mendoza, Argentina, su ciudad natal, con la intención de pasar la cuarentena ahí... el problema fue que el endemoniado virus parece que lo vino siguiendo desde España.

Y hoy, todo esto se agolpa en la memoria, porque ayer, a los 76 años, Juan Giménez en apariencia perdió la batalla. Escribo en apariencia, porque físicamente se lo ha llevado un virus enquistado en nuestra sociedad; pero los mundos, los colores, las fabulosas máquinas y criaturas de sus historias han afectado profundamente nuestras ideas y, sin duda, estas se contagiarán también exponencialmente y, ante estas, no habrá distancia que las aleje de nosotros.

sábado, 21 de mayo de 2016

The Witch, de Robert Eggers

Además del Diablo, algo más que causa pavor, confusión y animadversión, habita en las brujas

En nuestra propia cultura, viejos y conocidos son los cuentos, relatos y crónicas que desde el seno familiar y las tertulias entre amigos nos hablan de que la vecina del vecino o el tío desaparecido alguna vez se encontró de cerca con una bruja.

Yo mismo, en 1986, siendo un niño, a unas cuadras de mi casa, en vísperas del paso del cometa Halley, vi cruzar el cielo a una altura no muy importante una bola de fuego a gran velocidad y a la cual confundí con el cuerpo celeste; más tarde, me enteré que su arribo sería días después y a una altura y velocidad muy distintas a las que presencié.

Ante todo esto –y a pesar del rostro en mayor medida grandilocuente y colorido al que nos ha acostumbrado el cine en poco más de cien años–, la imagen de la bruja, lo que implica y lo que provoca, ha sido uno de los temas que más me han apasionado en el cine.

Víctima de la ignorancia y el fanatismo religioso o, por otro lado, con vocación para el auténtico mal, la bruja o se encuentra del lado del conocido como bien o del conocido como mal. Con ella no hay medias tintas.

Así, el filme The Witch (La Bruja), de Robert Eggers, de reciente estreno y exhibición alrededor del mundo ha causado adoradores o detractores; parece que en esto tampoco habrá medias tintas.

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En mi caso, el amor a primera vista fue la respuesta, porque en este hallé un filme que parece (y en parte) fue realizado sin reparar en un siglo de historia fílmica. Se trata de una historia que respeta su tema y fuente, buscando reconstruir un momento histórico sin exageraciones o recursos gratuitos.

En el Siglo XVII, siglo oscuro, una familia en Norteamérica es obligada a abandonar una comunidad y buscar su propia subsistencia. Los padres, un recién nacido, una adolescente, un hijo y un par de pequeños gemelos, niña y niño, buscan sobrevivir a orillas del bosque con sus propios recursos. Un día, Thomasin, la adolescente, decide llevar a pasear cerca del bosque a Samuel, el miembro más joven de la familia. Desaparecido mientras ella cierra los ojos, Samuel es secuestrado por una entidad oscura. Culpan a un lobo de la desaparición, pero el miedo a algo allá afuera, el quebranto creciente de la familia y la extraña actitud de los gemelos con una cabra negra de su rebaño, van dando forma a los eventos.

Lo primero que sorprende de The Witch, es la hermosa fotografía de Jarin Blaschke que, por un lado, capta el esplendor del bosque y sus parajes, así como la presencia humana y sus vestidos; y por el otro, construye de manera increíble, fascinante y bella la mística oscura de las brujas sugerida por documentos históricos, pero sobre todo por el agraciado pincel de Francisco de Goya. Desde Haxan (1922), de Benjamin Christensen, ninguna cámara de cine había capturado imágenes malditas de realismo y belleza apabullante, haciéndonos creer en algo que aparentemente no pasa de ser superchería.

Pero para llegar a este logro técnico, se encuentra una investigación de Eggers que se expande durante 5 años y concluye en el gran logro plástico y narrativo que compone The Witch, filme cuyo verismo nos hace confrontar la peligrosidad que en aquel momento implicó la posibilidad latente de que cualquier buen día se acusara de brujería a cualquier individuo, especialmente a las mujeres, sin importar edad; y por otro, nos permite adentrarnos y participar en la fantasía de las brujas de manera radical. Es decir, este es un filme de dos tintas, y logradas sin problema.

The Witch denuncia, finalmente, cómo a través de los siglos la ignorancia y el fanatismo han sido los mejores aliados de nuestra civilización moderna y su conversión al catolicismo. Y ahí, finalmente, es donde se da el punto de quiebre y las decisiones que mejor convengan son las que se toman. Aquí, como en cualquier ecosistema de tragedias –y tras la hecatombe emocional– las soluciones que llegan desde la clandestinidad o lo marginal, si es que no son las mejores, son las únicas ante la injusticia y el poder corrupto

A esto, sumamos el regodeo anecdótico y narrativo de The Witch, y tenemos un filme como pocos. Eggers no es especialmente seguidor del género oscuro en el cine, lo cual podemos considerar que le permitió alejarse marcadamente de las líneas de éste, y permitiendo que la alquimia del cine de Bergman y Dreyer, junto al deseo por acercarse a los eventos reales y su época, consiguieran una obra vital en la que, a diferencia de lo algunos han considerado, sucede mucho al encontrar frescura en el pensamiento antiguo.

Como sucedió con The Blair Witch Project en su momento, a The Witch se le ha acusado de ser un filme que funciona con la dinámica de la publicidad con base en la promesa de que algo sucederá, de aquello que no se ve. Pero, por el contrario, como aquel mismo filme, en The Witch sucede mucho: el exterminio de una familia ante la omnipotencia de la organización más poderosa de la historia fundada en cuentos de hadas, además de proponernos de manera impresionante una manera de creer en las brujas.

The Witch, más que proponer el lado oscuro como una solución a las inequidades de la vida, su pecado parece que ha sido no presentar efectos de la Industrial Light and Magic o de Weta Workshop. Pero la culpa la tiene una industria que nos hace creer que todo debe ser de cierta forma, y no las hermosas fantasías que nos muestran mujeres levitando en oscuridad magnífica.

martes, 30 de septiembre de 2014

Killoffer y Frankenstein

El historietista francés Patrice Killoffer durante el mes de septiembre visitó nuestra ciudad, realizando diversas actividades, y de las cuales pocos se enteraron o interesaron.

Aquí rescato de la primera encarnación de Iconoctlán, un texto que escribí en 2008 sobre 676 Apparitions of Killoffer, un libro extraordinario, y Frankenstein Now and Forever, de Alex Blaradi, ambas publicaciones de L'Association y editadas en EU por Typocrat.

Cuando, de vez en cuando, uno se desintoxica del cómic yanqui, es como si te abrieran la cabeza y descubrieras una nueva sensación de libertad. Ojo, en ningún momento estoy diciendo que el cómic yanqui (léase de superhéroes) sea malo; pero en verdad que el balance es lo mejor.

Es como cuando llevas un rato de ver sólo películas gringas, y de repente ves una japonesa, una francesa o hasta una mexicana (o viceversa también, porque a veces uno se clava en las texturas), por nombrar sólo algunas industrias distintas a la hollywoodense. Pues esa sensación de redescubrir un mundo olvidado se da igual con la historieta realizada en otros puntos del mundo, como los dos títulos que hasta el momento ha publicado el sello inglés Typocrat.

676 APPARITIONS OF KILLOFFER, es una historieta realizada por el mismo historietista francés que firma como Killoffer. Construida a partir de una estancia breve del autor en Quebec, este espectacular ejercicio visual es de esos que uno ve y dice: “¡Ah, cabrón! Yo quiero dibujar como este maestro”. Killoffer se dibuja a sí mismo, deambulando por las calles quebequenses como lo hace por su misma psique. Toda la mugre de los "trastes sucios" que dejó en Francia viajó con él a Quebec, y mientras cruza por las calles quebequenses un soliloquio interno sobre las mentiras, los desechos corporales y el individuo le da el camino a seguir.

En realidad, no hay mucha explicación escrita por parte de Killoffer, solo unas cuantas páginas con la crónica de su sentir, para después dejar todo a su impecable línea clara en negro, evolucionando hacia la transcripción de la desesperación y el hartazgo a través de un ejército de Killoffers que representan toda la basura, o mierda, que uno va dejando en su vida, como el mismo autor declaró. la batalla de Killoffer con sus clones es desesperante y espectacular.

Killoffer es uno de los innovadores historietistas franceses que al lado de otros, como David B. y Lewis Trodheim, creó el importante colectivo galo L'Association.

676 APPARITIONS OF KILLOFFER es una opinión autoral que impresiona por el alcance de revelaciones como individuo que logra este artista y por su alto nivel plástico. Se trata de una obra inclasificable.

FRANKENSTEIN NOW AND FOREVER (Frankenstein Encore et Toujours), resulta igual de peculiar. Realizada por el autor suizo Alex Balardi, la idea de esta novela gráfica surge en este historietista tras la lectura del Frankenstein de Mary Shelley, y la necesidad de construir algo alrededor de la misma obra clásica.

Así, esta historia se desarrolla en Suiza, donde Shelley estableció y concibió la idea germinal para su clásico. Balardi nos presenta a dos mujeres jóvenes que curiosean entre los restos de un desalojo; ahí, una de ellas se encuentra una copia por demás maltratada de la novela Frankenstein, y ese hallazgo es suficiente para catalizar –o, más bien reconstituir- la locura y la depresión que descnasaba en estas mujeres.

El monstruo de Frankenstein, entonces, es el culpable de que caigan nuevamente; pero de la misma firma, es una víctima más del prejuicio que de su historia ha hecho uno de los dramas más célebres.

Aquí, los ominosos trazos de Balardi remarcan el alterado estado de la historieta, y permiten experimentar la incomodidad que en muchas ocasiones el entorno produce sobre sus habitantes.

Ambas obras pueden consguirse a través de www.typocrat.com