lunes, 29 de marzo de 2021

The Joker, Karmen, Ultramega y Maniac of New York


RESEÑAS


THE JOKER #1 (DC, James Tynion IV, Guillem March): No voy a decir que soy indiferente al encanto de Joker (a pesar de su sobre exposición) ni pregonaré sobre lo aberrante que resulta la popularidad de un psicopata criminal, pues ante eso, es natural que exista una serie mensual protagonizada por este demente sin escrúpulos.


De hecho, lo que me maravilla, es que tuvieran que pasar cuatro décadas para que sucediera esta publicación, conociendo la popularidad de este asesino (el mote de antihéroe hasta guango le queda). Fue en 1979 cuando se publicó la primera y única serie mensual que había tenido el personaje y que no pasó de los 9 números; y después de eso no han faltados las miniseries, números especiales y novelas graficas centradas en este asesino socarrón. Pero hasta ahora se publica de nuevo una serie mensual centrada en él, y la cual me parece que se convertirá en algo mayor si se mantiene el nivel del primer número.


Tras los últimos acontecimientos entre la relación de Batman y Joker en recientes sagas,  nos encontramos con un Hombre Murciélago abatido y un payaso tuerto, y más demencial y diabólico que nunca -aunque creo que ese es uno de sus grandes rasgos, que siempre nos hace creer que lo está más de lo normal-; y todo eso por supuesto arrastra a otros personajes.


Caso en concreto James Gordon, quien se encuentra ahora fuera de la fuerza policiaca, y es en ese vulnerable punto en el que le llega una oferta a la que difícilmente se le puede ser indiferente: una jugosa cantidad para exterminar al payaso cabrón.


Así las cosas, Tynion IV reúne los nudos necesarios para lograr equilibrar su acostumbrado y cargado texto entregándonos, ahora, una narrativa que no se siente pesada ni sobrada, en la que el relato heroico ha quedado atrás, para dar paso a un asomo sombrío a la desazón de los que combaten el crimen y a la oscuridad de aquellos que lo cometen por puro gusto o naturaleza.


Gordon se encuentra en un punto parecido al que se hallaba cuando partió de Chicago hacia Gotham para convertirse en Comisionado  de Policía; es decir, está cerca del tono del Batman Year One, de Miller y Mazzuchelli, y el tono y talento de aquella ya canónica historia permea en todos los positivos sentidos posibles este primer número (tanto así, que incluso el muy personal y elocuente trazo de March reproduce a ratos los rasgos de los muy personales trazos de Miller y Mazzuchelli, algo fascinante para el lector clavado).


A Gordon se le anuncia -y conforme las horas y los amargos tragos van pasando va haciéndose notable- que está a punto de sumergirse en un viaje por el mal auténtico, un relato que comienza a caer en un horror y violencia realmente desagradable, pero inolvidable. Esperemos -por el bien de la historia- así siga esta serie.



KARMEN (Image Comics, Guillem March): Hablando de Guillem March, acaba de publicarse el primer número de esta miniserie de cuatro números totalmente realizados por este autor español. La experiencia que hasta ahora había tenido yo como lector con con el trabajo de March se encasillaba en su trabajo para el cómic estadounidense de superhéroes, el cual me resultaba tremendamente atractivo (hay por ahí un Annual alucinante de la Justice League Dark con Swamp Thing), pero donde se notaba que no estaba del todo liberado. Ahora con su reciente y constante trabajo en Batman y en el fresco The Joker, el trazo de March se nota espléndido, y teniendo la oportunidad de leer y ver algo totalmente de autor es casi inenarrable.


Casi imposible de relatar aún por dónde va con su primer número, KARMEN es el descenso de una suicida en el ¿Limbo? o algo así, y la cuestión es que la no menos atractiva historia podría ser menos incluso, pero la realización gráfica de March es tan hermosa que aquello no importaría.


La gran cantidad de detalles y acumulación de líneas que en su trabajo mainstream pueden llegar a ensordecer, aquí se nota con una armonía casi inmaculada, sin perder su barroquismo y montando un espectáculo visual que invita a meterse en él, y quedarse ahí.


Repito, aún no estoy seguro de qué va la historia; pero yo ya estoy bien puesto ahí y espero que todo vaya creciendo aún más. 


Las portadas tanto de March como de Milo Manara para el número 1 son igual de bellas.



ULTRAMEGA (Image, James Harren): Como lo sabemos y lo está mostrando claramente durante estos días Godzilla vs. Kong, las historias de kaijus son pretextos invariablemente para mostrar madrizas inolvidables. Este cómic de James Harren no es la excepción, aunque los resortes de la historia no son nada indiferentes. 


En ella una fuerza extraterrestre permite la transformación de tres terrícolas para combatir una invasión de kaijus, en medio de un interesante y estresante meollo melodramático. Harren explica en el epílogo a este número 1, que esta historia es resultado de su amor por cosas como Evil Dead, Robocop y Devilman, es decir, uno lee esto y entonces entiende de una manera más clara los interesantes recursos y atajos presentes en la historia, y comprende que la obra anuncia un acercamiento personal y, por tanto, prometedor al kaiju sin ser eiga.


Y si los razonamientos dramáticos son buenos, ya estamos más allá del otro lado entonces, porque las ilustraciones son un verdadero agasajo. Aunque por breves momentos podría sentirse una variación en el dibujo, en realidad es la celeridad -me parece- que Harren busca imprimirle al relato, en el que el quebranto de un ser humano como padre y esposo se suma al de una emergencia existencial y mundial. De cine de catástrofes kaiju a body horror, pasando por el drama clásico, ULTRAMEGA entrega un arranque épico y energético en su primer número, el cual esperemos siga por el buen camino de la destrucción y monstruos descomunales.



MANIAC OF NEW YORK (Aftershock, Elliot Kallan y Andrea Mutti): Este cómic instantáneamente remite al capítulo en Manhattan de la saga fílmica protagonizada por Jason Voorhees, como el título puede demostrarlo. Pero en realidad, fuera de la máscara de hookey del asesino, la historia se va por otra línea, pues aquí sí tenemos una historia interesante.


El asesino conocido cómo Harry, muestra una capacidad sobrehumana para el asesinato y su presencia tras varios años ha resultado ser prácticamente indestructible e infranqueable, lo que lleva a crear una ‘unidad’ especializada en el caso -confirmada por dos mujeres y prácticamente nulo presupuesto y apoyo- en un Manhattan que vive en el terror de contraer la muerte entre sus calles; es decir, los ecos de la pandemia y de la lucha de géneros, logran ir más allá del oportunismo dándole el peso dramático e histórico del que carece la vacua serie de Friday the 13th, por ejemplo.


Apenas van 2 números de esta miniserie, pero el ritmo aumenta y el suspenso se dilata correctamente intrigando con una naturaleza extraordinaria del asesino y profundizando en las historias y conflictos de sus perseguidores y de sus víctimas.


En resumen, esto es lo que le hace falta a muchas sagas gringas mediocres de asesinos en serie.

viernes, 12 de febrero de 2021

EL INCAL, a 40 años

Es bien sabido por los partidarios de la obra de Alejandro Jodorowsky, que El Incal (tal vez su obra más importante y popular en cómic, aunque no la única extraordinaria) surge aparentemente de un sueño apocalíptico en el que el autor chileno atestigua el choque épico, descomunal, transformativo de dos enormes pirámides. A partir de ahí, el regreso al mundo consciente del artista chileno ha sido alterado y decide iniciar entonces una más de sus extraordinarias aventuras artísticas.

En la lectura del Tarot, en la llamada Tirada de la Pirámide, se eligen diez de los veintidós arcanos mayores con la intención de resolver dudas, preocupaciones o deseos concretos; es, de cierta manera, un asomo al subconsciente. Es en el propio sueño inconsciente donde Jodorowsky tira los arcanos y recibe la respuesta más gráfica y concreta que pudo haberse dado.

Esto fue en 1980. Unos años antes –en 1974– de manera fáctica en otro sueño a Jodorowsky se le ordena adaptar al cine Dune, de Frank Herbert, ¡cuando ni siquiera la ha leído aún! Eso tampoco impide que la primera tarea que realiza cuando el mundo despierta sea adquirir una copia de la obra, leerla y comenzar el mayor y estrambótico proyecto cinematográfico de ciencia ficción jamás filmado. Desafortunadamente, tras más de dos años de intenso trabajo de un equipo sin precedente de artistas el proyecto es interrumpido, dejando depresión y enfermedad entre sus involucrados, aunque esparciendo igualmente los muchos hallazgos logrados.

Los beneficios del ‘fracaso’...

Durante el transcurso de cinco años tras la debacle de Dune, Jodorowsky ha logrado levantarse. Entre México, París y la India ha continuado con el entramado artístico que lo delata: con obras de teatro, edición de revistas y la dirección de un filme accidentado y prácticamente olvidado (Tusk), el futuro realizador de Santa Sangre anima el espíritu artístico y logra darle el pan al cuerpo que lo sostiene. En ese punto, cuando cuenta con 50 años de edad, llega ese segundo sueño premonitorio o detonante que lo lleva a reforzar una carrera que no había echado a volar del todo en otro medio.

Volviendo a Dune por un momento, ahí Jodorowsky reunió una célula de genios artísticos en sus distintos apartados que, como veremos, definirían patrones y el futuro del cine fantástico en Hollywood durante las siguientes tres décadas (y si aquel proyecto de Dune nunca se concretó, lo que sembró, hoy día sigue dando los frutos más ricos e influyentes en el cine y buena parte de las narrativas más socorridas), compuesta por Hans Rüdi Giger, Chris Foss, Dan O’Bannon y Jean Giraud ‘Moebius’. Con Moebius, quien para entonces ya es un historietista e ilustrador de sueños y fantasías sin igual, decide retomar el vuelo quebrado en Dune; forjando un nuevo camino en el cómic que arranca con el poema ilustrado sin igual Les Yex du Chat (1978).

Y con este mismo artista decide responder a la necesidad de construir un nuevo mundo a partir de la destrucción que esas dos pirámides colisionando pueden significar...

En el lustro que se da entre el esfuerzo e imposibilidad de concretar Dune y la concreción de El Incal, Jodorowsky observa una pasarela de obras cinematográficas que parecen llevar como milagros sobre las solapas la agitación creativa detonada por él y el equipo que conformó. Filmes como Star Wars, Alien y unos años después Blade Runner, eran una realidad que se forjó con la sangre de Dune y que, de alguna manera, erosionaban el ánimo de su principal perpetrador. El choque de aquellas moles piramidales parecía ser el subconsciente que gritaba sin boca, sin posibilidad de expresarse. Había que radicalizar la cura.

Si algo queda claro en la obra de Jodorowsky como escritor de historietas, es que la imaginación puede rebasar cualquier presupuesto cinematográfico y que, por tanto, el único problema es la calidad de las ideas. Con Jodorowsky, indudablemente, nos encontramos ante uno de los pensadores más originales, impactantes y arriesgados del pasado siglo y lo que va de este, por lo que su materia prima no está falta de recursos, y más aún si hace mancuerna con un dibujante sobrenatural.

Así, además de componer un exorcismo para su creador, El Incal se revela como una space opera en la que la acumulación de eventos, personajes, géneros narrativos, estilos de dibujo y giros argumentales pueden ser dilucidados simple y llanamente como un relato iniciático, para sus autores y sus lectores.

Creando paradigmas

El Incal es una obra que se inscribe dentro de un medio e industria sumamente minimizado aún en el momento que comienza su publicación (1º de diciembre de 1980, Metal Hurlant #58), y a pesar de cumplir con cierta periodicidad y con ciertos requisitos del medio impreso y del narrativo, sus motores son atípicos y su búsqueda hoy día continúa infranqueable.

Cuarenta años después del inicio de su publicación, la percepción del medio del cómic ha cambiado, sí, aunque hoy se debate entre ser un medio de hallazgos narrativos policromáticos y la escaleta de un posible multimillonario y aburrido blockbuster hollywoodense. Por si fuera poco, el mundo sigue siendo medio redondo y no ha mejorado en nada. De hecho, el caos reinante cada vez se semeja más al propuesto por el guión de Alejandro Jodorowsky y las ilustraciones de Jean Giraud “Moebius” en El Incal: escenario distópico y apocalíptico, con los tonos sociales bien definidos por claros niveles inferiores y superiores, aunque donde para todos gobierna el mismo presidente clonado... desde hace nueve periodos; donde psicoratas se reproducen mayormente entre más miedo les tenga uno, donde hay gaviotas de concreto y los mutantes son una raza más y, entre miles cosas más, está el callejón de los suicidios... para todo aquel que lo requiera como último recurso o, para los más, aquellos que quieran pasar un buen rato viendo caer suicidas y recorrer una altura kilométrica, tan extensa como una vida.

El Incal rompe paradigmas desde su cardiaco y suicida arranque: el lector es inmerso de lleno en el agobiante problema del protagonista, John Difool, investigador de quinta quien por un grupo de mercenarios que buscan el Incal ha sido arrojado por el callejón del suicidio con rumbo al lago de ácido. Este cardiaco inicio-epílogo pone entonces las cartas sobre la mesa: estamos a punto de ver una historia que da giros, pero, más aún, que es un círculo en sí misma. Y ese círculo, aunque nos habla de una forma de uróboros, se compone de mutaciones y transformaciones, podemos saber hacia dónde nos lleva el final, pero el camino es tan ignoto y variable, que hasta antes de El Incal no había nada parecido en la historieta y buena parte de la narrativa audiovisual.

Durante ocho años, tiempo en el que se fue publicando por entregas variables de tiempo en la ya mencionada Metal Hurlant, Jodorowsky y Moebius construyeron este relato que el creador pánico le relataba y actuaba al ilustrador galo, mientras este tomaba notas y realizaba sketches que servían como paso intermedio para el dibujo y el guión final (un método que, curiosamente, se semeja mucho al utilizado quince años antes por Stan Lee con Jack Kirby y Steve Ditko para el trazo de la dramaturgia del Universo Marvel). Moebius se impuso la tarea de completar una de las páginas de El Incal (que se compone de 291 páginas de historieta) de manera diaria, lo que arroja un relato donde el dibujo puede dilatarse y encogerse en una cantidad inconmensurable de detalles dependiendo del trance vivido por los personajes o del estado anímico del propio artista.

Y así en el resultado final en la hoja de papel encontramos el viaje de John Difool por todo el Universo para restaurar la justicia y conquistar la oscuridad con la ayuda de la luz del Incal, una pequeña piedra piramidal gestada en el círculo más ordinario y profundo de la Tierra, sensible y consciente, y cuyos poderes son tan inabarcables como todopoderosos.

En su recorrido editorial (inicialmente en Francia y a través de más de una veintena de ediciones en distintos idiomas), El Incal ha transformado la percepción de guionistas y dibujantes de la industria del cómic alterando, así, lo que han hecho para obras como Spider-Man, The Ultimates, Iron Man o Transmetropolitan (desde autores como Brian Michael Bendis, Mark Millar y Warren Ellis, quienes han declarado su admiración por la obra, hasta ilustradores como el veracruzano Omar Ladrönn, quien encontró un camino a partir de la lectura de esta obra que desemboca en el encargo de ilustrar Final Incal, además de Les Fils d’El Topo, la secuela en cómic al clásico fílmico de Jodorowsky), y a la vez es objeto del interés de varios cineastas para adaptarla al cine, como es el caso de Ridley Scott (hablando de paradojas absurdas) y Nicholas Winding Refn, quienes han trabajado y trabajan en adaptaciones animadas y de acción real.

El círculo parece cerrarse de nuevo, y el fracaso inicial ha provocado un cambio ‘universal’.

Esta ‘crónica’ de la heroica gesta iniciada para alcanzar El Incal, queda entonces como simple agradecimiento y tributo para una serie de artistas y creadores comandados por Jodorowsky, y quienes ‘alcanzaron’ la luz hace 40 años. Que cada lector aborde y comprenda directamente por cuenta propia la historia de esta épica, pues es mejor descubrir por cuenta propia los símbolos o giros de tan rico tapiz historietístico (sin olvidar las precuelas, secuelas y tie-ins o historias relacionadas, todas escritas por Jodorowsky e ilustradas por un rosario de artistas del más alto nivel, como la soberbia La Casta de las Metabarones, ilustrada por el finado Juan Giménez).