-El pasado miércoles, 24 de noviembre, me llegó un paquete con un libro de una editorial que en ocasiones me envía material para reseñar. Una particularidad de estos envíos han sido sus retrasos: utilizan un servicio económico desde Nueva York, por lo que se toma su tiempo y, además, ya que llegan a México los envíos(y ya por karma) no hay nadie en mi casa cuando desean entregarlo, por lo que ésta se retrasa. El caso es que estos retrasos llegan a ser hasta de un mes… digamos eso es lo normal.

Pero el paquete del miércoles se llevó más de 2 meses (como puede verse en la fecha del matasellos), y este peculiar retraso se debió a que el bendito paquete fue a dar, ni más ni menos, ¡que a las Islas Caimán (como pueden ver en esta otra imagen)!, y de ahí de regreso a México.
¿Cuál pudo ser la circunstancia que envió este paquete hasta ese equivocado destino? ¿Cuántos fuerzas desconocidas tuvieron que jugar para que finalmente este sobre amarillo llegara a su destinado destino (qué bonito y que feo se oyó)? De quedarse en las Islas Caimán, ¿quién se habría quedado con esa lectura? ¿Le abría encontrado valor, acaso, ese azaroso lector? Vaya usté a saber, lo cierto es que ese libro (Black Jack Volume 12) ahora es más especial en mi colección, porque es un triunfador ante lo que parecía la adversidad.

-Hace un par de semanas, un día común y corriente, camino de regreso a mi labor diaria tras la hora de la comida, pasé por una librería de viejo que la cotidianidad me había obligado a ver como parte accesoria de la arquitectura de la zona; es decir, ya ni la pelaba. Esto igualmente porque cuando la abrieron, hace cosa de unos cinco años, la revisé en un par de ocasiones, y no encontré nada fuera de lo normal de lo que puede hallarse en cualquier librería equis de viejo. Pero ese día me detuve a su entrada y me dije “¿Por qué no preguntar si de casualidad tienen algo de historieta?”
Ese atrevimiento a romper con mi seguridad me brindó una maravillosa sorpresa. Tras mi pregunta, la encargada respondió: “Mmm, pues hay unos Burrón y creo que uno del Spirit”. Como deben saber los que andan tras emociones fuertes en las librerías de viejo y bodegas, la presencia de historietas de la Familia Burrón en estos lugares es ineludible e inequívoca, es decir, en pocas ocasiones puede encontrarse algo de verdadero interés de esta serie, que vaya más allá de ejemplares de hace diez o veinte años. La presencia de números de El Spirit, por el contrario, no es tan común. De igual manera, hay que comentar que para el coleccionista, los números de El Spirit de los años 50 de Paquín o los de los 60 de Novaro son los más buscados; los de La Prensa de los 70 son más recurrentes, aunque no pierden su importancia, y tal vez los menos buscados son unas traducciones españolas de finales de los 80.

Pues bueno, tras recapitular esta información en mi masa encefálica en fracción de segundos, y mientras la encargada me llevaba al punto en el que esto se encontraba, yo recitaba mentalmente un mantra que decía: “que sean paquines o novaros, que sean paquines o novaros”…
El material se encontraba en un entrepaño sobre el marco de una puerta. Me lo señaló y, efectivamente, entre una buena cantidad de burrones recientes, se hallaba un tomo empastado con lomo de piel, sobre el que se leía “El Spirit” “Will Eisner”. Puf, se veía hermoso, daba la sensación de haber estado ahí –mínimo- medio siglo. Entonces casi estaba seguro de que no se trataban ni de paquines de novaros, pues el tomo estaba gordo y lo único que podía provocar tal dimensión eran los números de la Prensa de los 70.

Aquí, he de comentar que a través de los años he ido reuniendo varios de los 28 (aparentemente) únicos números que se publicaron de El Spirit en aquellos años. Su publicación comenzó en 1976, por lo que me fue prácticamente imposible tenerlos en su momento (contaba con un año de edad), aunque seguramente estuvieron cerca de mí, pues mi hermano asegura que recuerda que mi padre los compraba en aquella época. De hecho, hace cosa de unos diez años, mi papá me regaló alrededor de unos ocho números de esta serie (que quién sabe dónde se los fue a hallar), como presente cumpleañero.
Pues bueno, estiré mi brazo, tomé el tomo que presentaba un peso fabuloso: no era muy pesado, a pesar de la cantidad de papel que guardaba, y su dimensión de cualquier forma se imponía; sin duda, eran números de La Prensa. Lo abrí y, efectivamente, al primer golpe visual vi los colores vivos de aquellas presentaciones. Pasé las hojas: en perfecto estado, no había manchas de grasa ni dobleces, parecía tratarse de una copia de alguien que trabajó en la misma editorial y los reunió tal cual salieron de las imprentas para empastarlos de buena forma.
Ahí, de golpe estaban los 28 números publicados por La Prensa, tal vez no era lo que más buscaba, pero el detalle era hermoso. 220 pesos estaba escrito a lápiz en la primera página, y menos el 20 por ciento de rigor en estos lugares terminó costándome 176 pesos.
Unos días después, me tocó compartir con Everardo Ferrer una plática, precisamente, acerca del maestro Will Eisner y todo aún fue mejor. Qué bonito es lo bonito, alguien dijo por ahí.

-¿Qué hacer cuando los mundos chocan? ¿Qué hacer cuando tus fundamentos emocionales son dinamitados? ¿Qué hacer cuando sucesos importantes parecen decirte que tu pasión, interés, investigación, sobre un medio como la historieta es algo que no tiene importancia? ¿Qué hacer cuando de repente sentimientos profundos te llevan a ver como algo frívolo y sinsentido aquello que durante años te ha guiado? ¿Qué hacer cuando tu atención completa está en otro lado y ya no te permite atender algo que has construido durante años? Esos son momentos cumbre en una vida.

-El sábado comentaba con mi madre que me da asco el pulque y las pulquerías, a propósito de una emisión del programa Aquí nos tocó vivir, grabado en una pulquería cercana al Claustro de Sor Juana, donde los estudiantes solamente van cuando tienen un claro en su agenda escolar o tan sólo como un digestivo tras la comida, eso es lo que ellos dijeron en la entrevista del programa, no yo.
Pues bueno, el caso es que parece que tendré que tragarme mis palabras, pues este sábado 27 de noviembre, en la pulquería Los Insurgentes (Insurgentes Sur 226, entre Colima y Durango), a las 19:00 horas, formaré parte de los presentadores del libro Un hombrecillo en mi cabeza, de mi amigo y colega Jesús Pacheco Colín, y la cual forma parte del VIII Congreso de Contracultura, organizado por la revista Generación y la pulquería Los Insurgentes.
El libro es un interesante y sugerente conjunto de relatos construidos a partir de las vivencias y memorias de una buena cantidad de asesinos en serie. Lee Lucas, Dahmer, Gacy y Kurten, entre otros, son rememorados con talento narrativo por Pacheco.
Así que si quieren echarse su pulque escuchando de asesinos en serie – o si es que, acaso, quieren un digestivo-, pues no falten este sábado.