jueves, 5 de febrero de 2009

Santo, a un cuarto de siglo


Cuando se supo de la muerte de Santo, el enmascarado de plata, el 5 de febrero de 1984, lo que muchos mexicanos hicimos fue no creer la noticia. Porque, simplemente, un mito no puede y no debe morir. Y bueno, efectivamente, Santo, el mítico, solamente creció y creció.

Hoy día, tras 25 años de su muerte, podemos decir que sus restos descansan en el Monte Olimpo, pero su influencia –aunque suene a cliché- continúa presente.

Y no nos referimos solamente a su imagen en miles de playeras con la máscara plateada en el pecho, a los grupos de surf enmascarados y a las docenas de campañas publicitarias que se han colgado de las posibilidades postmodernas ofrecidas por la imagen del enmascarado de plata.

Santo (no “el Santo”, como muchos creen) es una referencia y presencia que va más allá de esos desplantes juveniles. Santo es el lado fantástico de México, es la reverberación más fuerte de un cine ahora inexistente y, por ende, es una imagen y presencia llena de matices e interpretaciones.

Y aunque el cine de luchadores puede decirse, incluso, que murió poco antes de que a Santo se le viera por última vez en la pantalla de plata –en una muy pobre Santo en la furia de los karatekas (René Cardona, 1982)-, las cerca de cuatro décadas de protagonizar distintas historias truculentas en celuloide no pasan en balde. Tan es así que la influencia de ese cine puede encontrase en películas recientes, como la exitosa Blade II, de Guillermo del Toro.

De Santo, el enmascarado de plata (Rodolfo Guzmán Huerta en su identidad como civil), podemos hablar como si se tratara de una figura conocida en dos aspectos míticos por separado, por lo menos. Ahí está el carismático luchador de carne y hueso que de rudo pasó a técnico y que, a pesar de perder varias contiendas (algunas de ellas a manos del otro gran luchador mexicano: Blue Demon), continúa siendo recordado por sus éxitos que lo convirtieron en el combatiente más célebre y querido de la historia de la Lucha Libre en México. Pero también está aquel personaje fantástico quien, a pesar de no poseer poder mágico alguno, destruyó a seres increíbles tanto en cine como en historietas

Rodolfo Guzmán Huerta, nació en Tulancingo, Hidalgo, el 17 de septiembre de 1917. El quinto de diez hijos de Jesús Guzmán Campuzano y Josefina Huerta, a los 17 años decidió seguir los pasos de sus tres hermanos mayores: Jesús, Miguel y Javier, quienes de la lucha comenzaron a hacer su vida. Rodolfo fue el único que continuó luchando tras la muerte sobre el cuadrilátero de su hermano Jesús “Pantera Negra” Guzmán. Tras un par de años de combatir bajo la identidad de El Murciélago II y La Amenaza Roja, en julio de 1942 debutó con el nombre de Santo, apadrinado por Salvador Lutteroth, fundador de la Lucha Libre en México.

Se ha calculado que durante sus casi cincuenta años como luchador profesional participó en cerca de tres mil combates, realizando hasta tres luchas por día. Nunca fue desenmascarado hasta que él mismo lo hizo –a medias-, poco antes de su muerte, durante una emisión del programa televisivo Contrapunto conducido por Jacobo Zabludovsky. Sin duda, podemos decir que un personaje como Santo era metafísico.

Santo es un héroe popular que rompió las reglas al transformarse en un héroe de ficción. Era un héroe de carne y hueso que podía ser deseado, tocado y admirado como cualquier santo de iglesia, sólo que éste platicaba y le daba autógrafos al público. Y entonces fue que comenzó el otro mito.

José Trinidad Romero, realizador de la historieta del enmascarado para la editorial de José G. Cruz –argumentista y, junto a Ramón Valdiosera, fundador del fotomontaje en la historieta-, unos meses antes de su muerte, en 1999, recordó cómo surgió el proyecto que hizo de Santo un ente inmortal.

“José G. Cruz también trabajó en el cine -algunas de sus historietas fueron llevadas a la pantalla, además de escribir guiones para Juan Orol, como Amor salvaje (1949) y Qué idiotas son los hombres (1950)-, industria en la que conoció al director y productor René Cardona, con quien realizó un particular acuerdo. A Cruz le gustaba ‘tantito’ las luchas y se le ocurrió que, como no le gustaba dirigir sino actuar, Cardona podría hacer la otra parte, pues acordaron llevar al cine y la historieta las aventuras de Santo”, y ese fue el inicio de uno de los ejercicios más grandes e influyentes de la cultura pop nacional.

La historieta Santo, el enmascarado de plata salió a la venta a finales de 1951, unos meses antes de que se estrenara la película del mismo nombre dirigida por Cardona y la cual, por extrañas razones, fue protagonizada por El Médico Asesino. Y aunque Santo no apareció en cine, sino hasta 1958, en Santo contra el cerebro del mal, de Joselito Rodríguez, las tres ediciones a la semana que llegaron a tirarse de su historieta (sumando un millón y medio de ejemplares semanales) forjaron el mito fantástico por antonomasia en México.

Hoy día la herencia historietística legada por Cruz, Trinidad Romero, Horacio Robles (otro importante fotomontajista del título) y, por supuesto, Santo, se encuentra dispersa en el olvido y entre algunos coleccionistas. No obstante, el cine protagonizado por el luchador se haya en una etapa de rescate impresionante. Tanto en Estados Unidos como en México, algunas compañías se han interesado por la filmografía del enmascarado y es así que alrededor de veinte títulos ya pueden adquirirse en DVD.

Entre estas ediciones se encuentran DVD con historias como Santo contra las mujeres vampiro (Alfonso Corona Blake, 1962), Santo contra los monstruos (Gilberto Martínez Solares, 1969), Santo en el Museo de Cera (Alfonso Corona Blake, 1963), Santo en el Tesoro de Drácula (René Cardona, 1968), y entre otras, Santo en la invasión de los marcianos (Alfredo B. Crevenna, 1966), cine que fue concebido como algo atemporal, rústico e increíble. El encanto del cine de Santo (junto con el de Blue Demon y otros enmascarados) radica en una conceptualización y ejecución inmediata y barata. Casi como la misma escritura automática, el cine de luchadores se construyó en el terreno de las ideas primigenias, los mitos y la fantasía desatada.

Ha pasado un cuarto de siglo de la muerte de este icono –tras terminar un acto de escapismo en el Teatro Blanquita el 5 de febrero de 1984-, y su imagen no ha hecho otra cosa que dilatarse más y más.

¡Qué viva Santo!


3 comentarios:

Chucho dijo...

Por eso me gusta su blog Señor Matamoros, por la vasta información que nos da sobre la historieta tanto mundial como nacional.

Y del Santo no puedo dar ningún dato que no este escrito en el post. Lo interesante es que en otros países creían que era un personaje ficticio. Ah sí, y que unió furezas con Capitán América para derrotar a Spidey en una película turca o algo así.

Juan Ramón V. Mora dijo...

¡Que viva!

As: Big River - Johnny Cash.

Atte: Juan Ramón Velázquez Mora.

Morningstar dijo...

Así es, alguna vez un Santo pirata peleó junto al Capi, en contra de un Spidey cejón y ojeis.
Una veladora más para nuestro Santo.

Saludos.