Para los interesados en la historieta es ya lugar común leer o escuchar que en Europa, a diferencia de América, este medio es tratado como un arte, y lo de industria ya viene después. Igualmente, es ya bien sabido que en Francia al historietista se le considera un artista completo. El festival de historieta que se desarrolla en su localidad de Angoulême es un clásico que anualmente atrae a cientos de miles visitantes.
François Boucq (Lille, 1955), es uno de los historietistas franceses más reconocidos en la actualidad, su arte confabula lo más arrevesado del surrealismo y hasta el último detalle del barroquismo, sus trazos componen la intromisión del fantástico en la aparente normalidad con base en líneas y puntos que trazan, según el grosor y la fuerza en cada uno, un perfil psicológico de los personajes.
Tal vez el interés o preocupación por tan cacofónico romance, el del surrealismo con el barroquismo, es lo que lo trae a Boucq de vuelta a México (por tercera ocasión en 2007 [ésta de 2010, es su cuarta, al menos que se sepa públicamente]), y la misma razón que lo ha llevado a colaborar con Alexandro Jodorowsky en Face de Lune y Bouncer.
Boucq inauguró una breve pero elocuente muestra de su trabajo en el Museo de la Caricatura (Donceles 99, Centro Histórico, abierta ya y hasta el 15 de febrero [de 2007, éste 2010 inaugura Alter Nativas]), pero también vino para conocer un poco más de México.
El segundo sábado del año [2007] fui uno de los exploradores que acompañaron al artista a inmiscuirse en las inmediaciones del barrio bravo de Tepito. Por supuesto que como habitante de esta extraña ciudad, y coleccionista compulsivo (¡¿es esto un pleonasmo?¡) de arte pop que soy, Tepito es uno de los puntos neurálgicos en el mapa de búsqueda inacabable, allí donde en diversas esquinas las cuencas más viejas del planeta vigilan entre veladoras y milagritos. No resulta extraño, vamos, ver reproducida a la Santa Muerte, como si Tepito fuera un cuadro de Andy Warhol.
Pero Boucq desea conocer a la mera mera, aquella que Doña Queta dice adorar desde década atrás.
En el camino, impresionado por el salvaje transitar de los automovilistas mexicanos -de aquellos que aprovechan un carril en contraflujo para acelerar y encontrarse entonces con una masa de camión que les pita y los obliga a reincorporarse a su destino-, Boucq recuerda que aun cuando en Europa la muerte es un tema serio y poco discutible, en el imaginario de las tradiciones medievales de Lille, al Norte de Francia, la Muerte es una figura activa, y es por eso que ésta fue el primer personaje explotado por él mismo.
Una muerte desde chiquita –literal-, que vemos ir a la escuela y continuar una evolución en el tiempo como sucede con su alimento humano, ha sido uno de los brillantes discursos de Boucq.
Ya en la calle Alfareros, en la Guerrero, doña Queta nos recibe. De rosa se encuentra vestida ‘La flaquita’ en su altar y, según nos dice su guardiana, en febrero estará vestida de rojo, por aquello del mes del amor. Los regalos y las veladoras le circundan, y Boucq ha ido hasta allá para verla e igualmente ponerle una veladora en agradecimiento. Doña Queta le obsequia a Boucq fotos del objeto de adoración y nos invita para asistir a la próxima celebración de la Santa Muerte, el 1 de febrero. Algunos planean regresar, otros quién sabe, sobre todo si hay que cruzar el mar para llegar hasta ahí. Finalmente, tras décadas de relación vía la tinta y el papel, el encuentro de Boucq con la huesuda ha ido bien.
[He de platicarles que aquel día, le comenté a mi papá que acompañaría a un gran artista de Francia a Tepito, y él me dijo que también iría por allá. Pues ya me fui, pasé por mis compañeros de viaje y cuando íbamos llegando al altar de la Santa Muerta igualmente mi papá iba cruzando por ese lugar, causándome mucha felicidad y risa. Boucq (así como otra colega periodista y las acompañantes del historietista) se impresionaron de mi conocimiento de la gente del lugar, pero cuando les dije que se trataba de mi papá, que no vivía ahí, y que simplemente coincidimos en tiempo y espacio, se carcajearon como si se tratara del final de un capítulo de Star Trek. Todos saludaron a mi papá, y continuamos con nuestra tarea. Quién iba a decir que estaríamos por el mismo lugar de esta gran ciudad y en el mismo instante, como saben Tepito no es algo pequeño. Pero bueno, mi jefe también era grandioso.]
Ya de salida, el artista comenta que en Europa la muerte marca su camino a cada paso, las mismas estaciones se encargan de anunciar la salida y la entrada de todo. En México, opina, los árboles no demarcan demasiado su transición, y es por eso que tal vez haya que recurrir a este tipo de representaciones. En la cultura europea más ortodoxa, por ejemplo, las representaciones del cristo doliente son escasas, es una visión muy espiritual; mientras que en Latinoamérica, por el contrario, las imágenes de cristos dolientes y sangrantes son veneradas, parece que se trata más de un culto al dolor, agrega.
Boucq está en sintonía con su percepción visual y sabe resolver códigos y símbolos. Tras la comida, pide que hagamos autorretratos automáticos para ser desmenuzados y analizados por él mismo. En el caso de quien esto escribe, Boucq explica que la forma de la línea puede manifestar la forma en que uno se conduce ante la vida, la posición del cuerpo dibujado puede decirnos qué tan cerca estamos de ser lo que deseamos; concretar el dibujo de los pies está directamente relacionado con el conocimiento que uno tiene de sus raíces, las piernas separadas o juntas hablan de la relación de los padres… Boucq es un psicólogo visual, no extraña entonces su feliz encuentro narrativo con Jodorowsky. Recomienda la escultura para concretar lo deseado en este caso particular.
Uno, como lector, igualmente, puede aventurarse a conocer los intereses y preocupaciones del artista a través de su obra.
Un ejército de mujeres maduras marcha bajo las órdenes de una enjuta mujer que parece ser su capataz. Ellas parecen compartir algo más que el acto de sometimiento que las hace avanzar al tiempo: con un abrigo rojo, y de cabello rubio recogido en dos trenzas a los lados, no sólo se semejan en la vestimenta y el arreglo personal, comparten también el rostro y la forma física, son clones naturales… o tal vez la rutina y las exigencias han hecho de ellas piezas iguales de una maquinaria diabólica. Los hombres que vuelan un piano varios pisos arriba y unos vecinos cuya ventana se encuentra al lado del anuncio que parece decir ‘Hotel’ miran con asombro la marcha que cruza entre ellos. Porque sí, efectivamente, la procesión rompe con las leyes físicas y la cotidianidad. No es cualquier imagen, se trata de la irrupción del surrealismo en nuestra tercera dimensión. Boucq lo hace palpable y merece ser visto.
Esta imagen que ha sido reproducida en su álbum La pédagogie du trottoir (La pedagogía de la banqueta, Casterman, 1987) es una de las diez que conforman la exposición exclusiva para México [aquella de 2007], y junto con el resto de planchas que le acompañan puede verse el complejo entramado de líneas y grabados a tinta y acuarela que conforman la obra de Boucq, así como el proceso de coloreado al publicarse.
Le pregunto a Boucq en qué trabaja, y entonces me traza una historia de espionaje global, en la que el Vaticano es la agencia y cada uno de sus sacerdotes inscritos, diseminados en el mundo, uno de los millones de agentes secretos que cubren el acontecer día a día. Tal vez la Santa Muerte obtenga un papel protagónico en tan intenso thriller.
3 comentarios:
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la reunión estuvo chida con Boucq, y es notoria la diferencia en el discurso de quien tiene alternativas en cuanto a la libertad en su trabajo. no fuistes mano
Uta, si me dolió mucho no ir, pero (como te dije en el correo que te envié) la casa de mi abuelo fue una de las afectadas con las lluvias, y pues tuvimos que echarle la mano el sábado también. Saludos.
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